El ascenso de Javier Milei a la presidencia de Argentina vino acompañado de promesas de todo tipo de reparaciones económicas, políticas y culturales. En un discurso de campaña previo a las elecciones de octubre de 2023, Milei afirmó que si su partido, La Libertad Avanza, llegara al poder, “Argentina podría alcanzar niveles de vida similares a los de Italia o Francia en quince años. Si me das veinte años”, prosiguió, “Alemania. Y si me das treinta y cinco años, Estados Unidos”. Cuando asumió el cargo en diciembre de 2023, lo hizo con una agenda política ambiciosa, pero con poco apoyo del Congreso. La Libertad Avanza obtuvo solo el 10 por ciento de puestos en el Senado y el 15 por ciento en la cámara de diputados, en la cual siguieron dominando los peronistas, por un lado, y, por el otro, Juntos Por El Cambio, la coalición que llevó a Mauricio Macri a la presidencia en 2015. Por tanto, a pesar de que la victoria electoral de Milei fue a base de grandes promesas, se le concedió un espacio reducido para maniobrar.
El ascenso se puede explicar mediante su reputación de radical acérrimo del mercado y su aparente postura contra la élite política argentina. En los debates presidenciales, advirtió contra “la casta maldita” que, según afirmó, “en cincuenta años convertiría a Argentina en la favela más grande del mundo”. Según su discurso, los políticos corruptos mantenían al público enganchado a las dádivas estatales para que los siguieran eligiendo. A su vez, el sistema produjo déficits presupuestarios que llevaron a un aumento de la deuda o a una impresión excesiva de dinero, lo que provocó inflación y colapso económico.
La solución que propuso fue la desregulación radical de la economía, centrándose en la reducción del gasto público y de los impuestos. Los políticos corruptos y sus colaboradores pagarán las consecuencias, mientras los trabajadores honestos, según Milei, no deberán preocuparse. Al mismo tiempo, Milei propuso medidas completamente imposibles de adoptar que “harían que Argentina volviera a ser grande”, como la dolarización de la economía, cerrar el Banco Central, romper relaciones diplomáticas con China y un sistema educativo que funcionara con vales.
Aunque la mayoría de sus propuestas eran obviamente irrealizables (y de hecho nunca se intentaron), representaron un aspecto importante del discurso ganador de Milei ante un electorado abatido por más de una década de profundo malestar económico. Al final, su táctica funcionó. Luego de haber obtenido poco menos del 30 por ciento de los votos en las elecciones generales de octubre, ganó casi el 56 por ciento en la segunda vuelta tres semanas después. Contaba con el rotundo respaldo de las grandes empresas, interesadas en desregular el mercado laboral y deseosas de ver reducciones de impuestos, pero también de sectores de la clase trabajadora.1
El choque más reciente
Desde que llegó al poder hace poco más de un año, Milei ha presidido un intenso choque de crisis económica. Al poco tiempo de su inicio, el nuevo gobierno anunció una drástica devaluación del peso, que tuvo un efecto negativo casi inmediato sobre los salarios reales; en febrero se redujeron significativamente y continuaron disminuyendo durante todo el año; los sectores público e informal fueron los más afectados por la reducción.

Como los salarios no lograron seguir el ritmo del aumento de los precios, la caída del poder adquisitivo fue drástica. Luego vino el recorte del gasto público. Milei prometió “pasar una motosierra al Estado” y lo hizo recortando el gasto de 44 por ciento a 32 por ciento del PIB. La fuente de los mayores ahorros fueron los recortes a las pensiones, obras públicas, los salarios del sector público, subsidios a la energía y el transporte y los programas sociales. Quizás lo más radical fue que el gobierno le cerró el grifo a toda financiación de la infraestructura pública, incluso proyectos fundamentales como la ampliación de un gasoducto crítico que ya había empezado, pero que tuvo que detenerse. Se eliminaron miles de puestos de funcionarias y funcionarios públicos, a menudo sin criterios que explicaran el lugar y la razón específicos de ciertos recortes.
Las medidas se tomaron con notable crueldad; hubo quienes se enteraron de su despido al llegar a sus oficinas. Mientras esto ocurría Milei utilizó una orden ejecutiva para impulsar la reforma de las pensiones. La orden, junto con la eliminación del control de precios de ciertos medicamentos, provocó un aumento considerable del costo de vida para las personas mayores. En febrero de 2024, el gobierno anunció reducciones a los subsidios para los servicios públicos y el transporte público, y al poco tiempo siguió un aumento en los precios, lo cual contradijo una promesa explícita de campaña.
En medio de estos ajustes macroeconómicos, el gobierno también se apresuró a aprobar una orden ejecutiva que le permitiría eludir al Congreso. Fue por decreto que el gobierno canceló el control de precios de alquileres, permitió que los clubes de fútbol se convirtieran en empresas privadas y eliminó los controles de precios. Sin embargo, no se podía pasar por alto al Congreso por completo, en especial al introducir reformas en materia de regulación laboral y de impuestos. Milei propuso un proyecto de ley general, la Ley de Bases, con la intención de lograr una transformación de gran alcance, desde la defensa nacional hasta las regulaciones económicas. Cuando no consiguió la aprobación del Congreso, quedó claro que debía formar ciertas alianzas.
Alianzas conciliatorias
Juntos por el Cambio, la coalición que gobernó Argentina bajo Macri fue la opción obvia para dicho propósito. El segmento de votantes pro Macri no solo le mostró un apoyo abrumador a Milei en la segunda vuelta, sino que Milei había correspondido nombrando a la candidata presidencial de Macri para 2023, Patricia Bullrich, como jefa del Ministerio de Seguridad. También colocó a otros ex miembros del gobierno de Macri en puestos clave: Luis Caputo como ministro de Finanzas, por ejemplo. Tanto macristas como La Libertad Avanza compartían supuestos básicos: Argentina necesitaba una terapia de choque y el peronismo debía ser purgado. Este giro hacia Milei por parte de ex macristas se explica en parte por el consenso entre miembros de Juntos por el Cambio de que el gobierno de Macri no había logrado reestructurar la economía argentina lo suficiente. La presión más importante, sin embargo, vino de los intereses empresariales al frente del sentir contra el peronismo: en particular, Cristina Kirchner.
En cuanto a la promesa de campaña de Milei de romper relaciones diplomáticas con países “comunistas” como China y Brasil, lo que puso fin a esas ideas fueron consideraciones pragmáticas. La fuerte dependencia de Argentina al acuerdo de intercambio con China para acceder a las reservas del Banco Central hacía la medida casi imposible. Luego de enfrentar presiones del gobierno chino para cancelar parte del acuerdo, el gobierno argentino se vio obligado a emitir una disculpa diplomática. Aun así, hubo que esperar hasta junio para conseguir una extensión del intercambio. Más recientemente Milei asistió a la reunión del G20 en Río de Janeiro, donde estrechó la mano del presidente brasileño Lula da Silva, a quien antes había insultado públicamente.
En el frente económico, en lugar de eliminar los controles de capital como prometió, Milei mantuvo las restricciones que heredó de las dos administraciones anteriores. Ante la preocupación por los graves efectos de otra devaluación del peso sobre los precios locales, y por lo tanto sobre el consumo, el gobierno redobló los controles de capital y siguió una nueva estrategia basada en el enfoque monetario de la balanza de pagos. Este sistema, conocido como paridad móvil, es un programa de devaluaciones mensuales del 2 por ciento destinadas a forzar una convergencia entre la inflación y el tipo de cambio frente al dólar. Curiosamente es la misma estrategia que utilizó la última dictadura de Argentina entre 1978 y 1981, con consecuencias desastrosas. Cabe destacar que el arquitecto de ese plan fue Ricardo Arriazu, uno de los mentores más venerados de Milei. La estrategia goza de un gran apoyo del sector financiero, para el que las devaluaciones fijas del peso representan ganancias.
Con su mayor apertura a las negociaciones políticas en el Congreso, el gobierno de Milei pudo aprobar su ley general, “Ley de Bases”, en julio. Aunque al principio la ley no contó con la aprobación del Congreso, se llegaron a acuerdos para lograrlo. La ley ya no incluiría la privatización de YPF, la compañía petrolera nacional de Argentina, ni del sistema ferroviario nacional, y se moderó la delegación de poderes extraordinarios al presidente. Su victoria en el Congreso es un ejemplo de cómo la administración de Milei adoptó una doble estrategia. Por un lado, utilizó la promesa de mayores recursos nacionales (o la amenaza de reducirlos) para garantizar nuevos votos en el Senado; por otro, colaboró con representantes de la coalición de Macri para impulsar reformas apoyadas por ambos partidos. A pesar de la retórica anti populista contra Milei en 2023 del candidato de Por El Cambio, para el 2024 se identificaron puntos en común y así coexistieron cómodamente.
¿Qué efecto han tenido estas reformas? En el primer semestre de 2024 los indicadores económicos y sociales siguieron mostrando resultados insignificantes, con un aumento al 52,9 por ciento de la tasa de pobreza, es decir, 11 por ciento con respecto al segundo semestre de 2023. Si bien medir la pobreza de ingresos en países con regímenes de alta inflación implica retos metodológicos importantes, la magnitud del aumento habla por sí sola. Este aumento provocó a su vez una fuerte caída del consumo y de la actividad económica, y un mayor deterioro del nivel de vida. Aunque lo peor de la recesión ocurrió en enero, inmediatamente después de la devaluación de la moneda, la situación no se mejoró al final de los primeros ocho meses del año. La manufactura industrial, la construcción y el comercio minorista han sido de los más afectados.La inflación, la pesadilla de Milei, disminuyó durante la primera mitad del año, pero con pocas consecuencias para la mayoría de la gente; El índice de precios al consumidor entre junio y agosto parecía haber tocado fondo con una tasa mensual del 4 por ciento (extremadamente alta). El aumento de los precios generó el entorno para otra devaluación. No obstante el gobierno se mantuvo firme y sostuvo la paridad móvil del 2 por ciento mensual por temor a que otro aumento de la inflación dañara su imagen pública. El dólar artificialmente “barato” ejerció más presión sobre las reservas del Banco Central, que ya estaban comprometidas debido a la caída de los precios internacionales de exportaciones argentinas clave, como la soja y el maíz. Aunque el gobierno logró mejorar las reservas durante sus primeros meses en el poder, la mejoría se hizo más lenta después de que se prioriza el control del tipo de cambio ante el dólar con sus devaluaciones programadas.
La guerra cultural
Las opiniones de Milei sobre las ideas de izquierda nunca estuvieron ocultas: amenazó abiertamente a quienes se consideran izquierdistas, expresó su oposición a las leyes de aborto y desestimó el cambio climático como una mentira. A diferencia de los temas económicos, donde la agenda de Milei hizo rápidas concesiones al macrismo, su cruzada cultural e ideológica sólo se intensificó una vez en el poder. El primer blanco fue el sistema universitario público nacional. Milei ya había congelado los presupuestos universitarios, lo cual en la práctica, en medio de la inflación, significó desfinanciarlos. La financiación para la investigación, que ya era escasa, desapareció por completo, mientras que los salarios de profesoras y profesores, como los de la mayoría del sector laboral, quedaron muy por debajo de la inflación. En octubre, la guerra contra las universidades se amplió cuando el gobierno, acompañado de sus partidarios, comenzó a referirse a las universidades como “centros de adoctrinamiento de izquierda” y afirmó falsamente que se negaban a ser auditadas.
En su guerra cultural, la administración de Milei tiene un ejército de soldados de infantería, en su mayoría hombres jóvenes. Su núcleo lo compone un grupo organizado que se dedica a intimidar a sus oponentes políticos, engañar a las personas en las redes sociales y amplificar el discurso de odio que viene desde arriba. Con el tiempo este grupo ha ido ganando terreno, consolidando su influencia con el debut de su propio canal de streaming, Carajo, financiado por algunos de los patrocinadores de la campaña presidencial de Milei y jóvenes propietarios de medios deseosos de aumentar sus ganancias al dirigirse a una audiencia aún sin explotar. En la mayoría de sus programas los presentadores son hombres y Carajo se convirtió en una plataforma radical que hace eco de algunas de las ideas más reaccionarias del gobierno. Entre estas destacan las que tienen que ver con los derechos LGTBQ+ y el cambio climático. Muchas de estas “estrellas” del streaming han pasado a formar un movimiento político que afirma ser la “rama militante” del gobierno y se declara dispuesto a defenderlo a cualquier precio.
También se han ido acumulando amenazas de represión estatal. Se ha facultado a varias fuerzas policiales para intimidar aún más a manifestantes y disciplinar a movimientos sociales y partidos de oposición. Las tácticas incluyen emplear oradores en las estaciones de transporte para denunciar a manifestantes e instar a la gente a no participar en las manifestaciones. Las cosas empeoraron aún más en octubre, cuando el gobierno reutilizó Mi Argentina (una aplicación creada por primera vez durante la pandemia para almacenar identificaciones, licencias de conducir y otra información personal) para enviar mensajes de oposición a los sindicatos que estaban organizando una huelga de transporte.Para noviembre la terapia de choque de Milei parecía estar dando algunos de los resultados previstos. La campaña de amnistía fiscal que inició el gobierno logró que unos 20.000 millones de dólares en manos argentinas, fuera del sistema bancario nacional, fluyeran de vuelta al país. A medida que el capital regresó, los indicadores del mercado mejoraron y por lo tanto el gobierno pudo mantener la paridad móvil cerca del 2 por ciento. La inflación cayó por debajo del 3 por ciento en octubre y siguió cayendo. A pesar de que se produjo a expensas de la caída de los salarios reales y una severa recesión, mucha de la ciudadanía argentina, cansada de la alta inflación que duró años, lo ha celebrado. Una encuesta Gallup hecha a finales del año pasado muestra que el optimismo económico va en aumento. El 53 por ciento dice que su nivel de vida está mejorando: es la primera vez que este porcentaje es mayoritario desde 2015.

En las últimas semanas el gobierno anunció, rebosante de confianza, que se impulsará la desregulación total del transporte público y la relajación de las políticas de control de armas de fuego.
De cara al futuro
Las elecciones al Congreso se celebrarán en 2025 al mismo tiempo que se vence el plazo de pagos importantes de la deuda. Cabe tener en cuenta que, incluso si el gobierno logra mantener la inflación y el tipo de cambio ante el dólar estadounidense bajo control, otros factores como una devaluación del real brasileño o cambios en la competitividad de Argentina como exportador de productos clave, aún podrían causar estragos. El sector agrícola por su parte está dispuesto a impulsar una nueva devaluación del peso para beneficiar al valor de sus exportaciones. Otros sectores que exportan servicios, como el de programación de software, ya están empezando a ver lo que significa un “dólar barato” para los ingresos. A medida que Argentina se vuelve más cara en dólares, las empresas europeas y estadounidenses comienzan a buscar a sus trabajadores extranjeros “nómadas digitales” en otros lados. Con el tipo de cambio más bajo en décadas, es probable que las playas brasileñas y extranjeras se llenen de personas argentinas, mientras el turismo internacional a Argentina caiga aún más.
Aunque la economía sigue estando vulnerable, el éxito en la gestión de la inflación probablemente le garantice buenos resultados a Milei en las próximas elecciones al Congreso, lo cual a su vez aumentará la influencia política de su gobierno. Incluso si el gobierno no logra victorias económicas, es probable que aumente sus puestos en el Congreso, dado que su pequeño grupo de representantes no tendrá que competir por su reelección hasta 2027. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha reforzado aún más la moral de la ciudadanía mileista. Más allá de las obvias similitudes políticas, Trump podría presionar al FMI para que le ofrezca un mejor acuerdo y programa de pagos a Argentina, como lo hizo para Macri en 2018.
Después de un año en el gobierno, parece que, a diferencia de seguir los pasos de Estados Unidos o Europa, a Milei le interesa transformar a su país en algo distinto. Argentina, un país con una larga tradición de clases medias fuertes, desigualdad limitada y prestación de servicios públicos básicos mediante políticas bienestaristas, ahora enfrenta la posibilidad de perder las instituciones ya dañadas que sustentaron el éxito del país frente a las economías de otros países latinoamericanos en la mayor parte del siglo XX. El desmantelamiento del Estado de bienestar, los intentos de promover beneficios fiscales para la clase social rica y la desregulación total de la economía hacen que Argentina corra el riesgo de convertirse en un país donde el crecimiento económico está garantizado por salarios bajos y una falta total de regulación sobre las empresas extranjeras. La combinación de un modelo de este tipo con el deterioro de las capacidades del Estado probablemente signifique una mayor polarización en un país que solo ha vivido con un gobierno democrático desde 1983.
Aunque Juntos por el Cambio y el gobierno de Milei han colaborado de manera importante, aún están lejos de una alianza política total, más que nada porque Macri no quiere cederle su poder político a Milei. No obstante, parece que en Argentina está emergiendo un nuevo sector político que reúne a partes de la centroderecha tradicional, a los defensores neoliberales y a la extrema derecha para formar algo que se parece en casi todo al actual partido Republicano de Estados Unidos. El fracaso de alternativas más moderadas como el gobierno de Macri de 2015 a 2019 generaron las condiciones para que varias facciones se unieran bajo el liderazgo de Milei. Quienes integran Juntos por el Cambio y se han mantenido al margen de la deriva hacia la extrema derecha, tendrán que decidir si aferrarse a su posición centrista, por marginal que sea ahora, o si intentarán tender puentes con el peronismo y sus aliados. El peronismo, a su vez, necesita aclararse que tanto está dispuesto a ceder para cimentar una alternativa política que, como los frentes populares del pasado, sepa unir las facciones disímiles para oponerse a un mal mayor. No parece probable a corto plazo, pero un buen desempeño de la coalición gubernamental en las elecciones del Congreso de 2025 podría ser el incentivo para un realineamiento de este tipo. Si le va bien a la coalición, aunque Milei ciertamente no hará que Argentina “vuelva a ser grande”, si habrá transformado su sistema político en algo que no se diferenciará del paisaje político estadounidense actual.
Este ensayo fue traducido del inglés al español por Adriana Nodal-Tarafa.
El autor quiere agradecer a Matías Wasserman y Nicolás Calcagno por sus comentarios y sugerencias.
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