El impacto global de las ideas de Michael Manley, líder político jamaicano, sigue sintiéndose hoy. Como cabeza del Partido Nacional del Pueblo —People’s National Party (PNP) en inglés— desde 1969 hasta 1992, y especialmente durante su primer período como primer ministro de Jamaica entre 1972 y 1980, Manley promovió una amplia gama de reformas ambiciosas guiadas por propuestas de socialismo democrático y descolonización económica. Manley reconoció que, al igual que muchos otros países, Jamaica había obtenido la independencia constitucional, pero seguía ligada a una economía mundial estructurada por legados coloniales. Estas ideas impulsaron su agenda internacionalista.
Junto con otros líderes como Julius Nyerere, de Tanzania, Manley fue uno de los principales portavoces durante la década de 1970 de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) —New International Economic Order en inglés—, que planteaba principios más igualitarios para la cooperación entre los países del Sur Global. A pesar de la implementación exitosa de muchas reformas, las políticas de Manley enfrentaron una fuerte oposición tanto de grupos en Jamaica como de actores internacionales, especialmente Estados Unidos. Su gobierno luchó con las difíciles circunstancias económicas de la década de 1970 y perdió las elecciones en 1980 después de varios años de medidas de austeridad impuestas por el FMI.
Anthony Bogues es el profesor Asa Messer de Humanidades y Estudios Africanos en la Universidad de Brown. Ha escrito extensamente sobre la historia intelectual, cultural y literaria del Caribe y África, y sobre la vida y las ideas políticas de Michael Manley. A finales de la década de 1980 también fue asesor de Manley. Más recientemente, ha apoyado esfuerzos para reconfigurar la visión política del PNP.
En esta entrevista, Bogues reflexiona sobre la vida y el legado de Michael Manley, cuyo centenario se celebró el mes pasado. Considerando la influencia de Manley en la política jamaicana e internacionalista, la conversación explora su formación política en el movimiento obrero jamaicano, sus esfuerzos ambiciosos por descolonizar la economía de Jamaica, así como su papel en la escena global en temas que van desde el embargo estadounidense a Cuba hasta el FMI. Bogues discute la herencia de repensar la visión filosófica del socialismo democrático en Jamaica, y expresa su esperanza en una mayor unidad en el Caribe.
Una entrevista con el profesor Anthony Bogues
will kendall: ¿Puede contarnos sobre su relación con Michael Manley? ¿Cómo llegó a conocerlo y cómo se desarrolló su relación?
anthony bogues: Lo conocí después de las elecciones de 1980, un momento crítico en la historia de Jamaica. Ese año marcó un período de crisis política y violencia extrema: más de 800 personas murieron entre el inicio del año y las elecciones en octubre. Desde finales de la década de 1970, yo era un periodista de izquierda que trabajaba en la Corporación de Radiodifusión de Jamaica —Jamaican Broadcasting Corporation—. Las elecciones fueron en octubre, y con el Partido Laborista de Jamaica (de línea conservadora) en el poder, me despidieron en diciembre. Durante la campaña electoral, los conservadores nos amenazaron a mis colegas y a mí, diciéndonos que nunca volveríamos a trabajar en Jamaica.
Después de mi despido, consideré hacer un doctorado. No obstante, dos miembros prominentes del PNP —el entonces secretario general del partido D.K. Duncan y la exesposa de Michael Manley, Beverley Manley— me buscaron para pedirme que trabajara como investigador para el partido. Acepté, y esa decisión me llevó a trabajar en la secretaría del partido; me convertí en secretario de la Comisión de Educación Política, y fue así como conocí a Michael Manley. Con el tiempo, nos volvimos muy cercanos. Cuando él asumió nuevamente como primer ministro en 1989, me pidió que fuera a Jamaica House —el equivalente al 10 de Downing Street en el Reino Unido—. Aunque todavía quería hacer mi doctorado, al final decidí aceptar. Tuvimos desacuerdos políticos, pero nuestra relación se profundizó. Trabajé con él como su asistente especial y lo que hoy se llamaría jefe de gabinete.
En una ocasión, tuvo que visitar la Casa Blanca. Normalmente, el primer ministro iría acompañado por el ministro de relaciones exteriores, pero Manley insistió en que yo estuviera presente en la reunión privada en la Oficina Oval con el presidente George Bush padre. Cuando la reunión comenzó, entendí sus razones. Había tres temas principales en la agenda. El primero era el problema de las drogas, que empezaba a generar serias dificultades para muchos estados caribeños. El segundo era la deuda multilateral de Jamaica y la región. El tercero era el embargo sobre Cuba. El plan era que el primer ministro Manley hablara con Fidel Castro. Más adelante, el expresidente Jimmy Carter visitaría Cuba para avanzar en las negociaciones. La Casa Blanca se mantendría al margen hasta que quedara claro que las conversaciones y negociaciones habían llegado a un cierto punto. La única condición de Estados Unidos era que Cuba liberara un número de prisioneros políticos.
Después de esa reunión, fuimos a Cuba y hablamos con Fidel, quien nos dijo: “Nosotros no tenemos prisioneros políticos.” Cuando transmitimos esa respuesta a Brent Scowcroft, el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, el acuerdo colapsó. Esas fueron algunas de las cosas en las que Michael y yo estuvimos involucrados y que marcaron la base de nuestra relación. Continuamos siendo cercanos incluso después de que él dejó el cargo. Cuando Michael falleció, yo estaba haciendo mi posdoctorado en la Universidad de Howard en Estados Unidos y volé de inmediato a Jamaica para ayudar a organizar su funeral.
WK: ¿Podría describir el ambiente social y político en el que creció Michael Manley? Por un lado, están los contextos de clase y raza en Jamaica, como el clasismo de la clase terrateniente basado en el color de piel, y por otro, el “sindicalismo político” del movimiento obrero y su relación con los dos partidos de masas.
AB: Michael nació en 1924, cuando Jamaica seguía firmemente bajo el dominio colonial británico. Nació en una familia de clase media alta, y su padre era uno de los abogados más importantes del Caribe. Su madre, nacida en el Reino Unido, se convirtió en una artista muy reconocida e influyente en la comunidad artística de Jamaica. Ambos padres vivieron sus vidas bajo un fuerte sentido de servicio público. Su madre era conocida por desafiar la representación distorsionada de las personas negras en las colonias; una de sus obras más importantes se titula Negro Aroused. Su padre, Norman Manley, servía activamente a la clase trabajadora, además de representar a clientes importantes. Como becario Rhodes en Londres, Norman Manley también desarrolló ideas socialistas fabianas.
En 1938, varios disturbios obreros estallaron en todo el país y en el Caribe en general. Las huelgas obligaron a la oficina colonial británica a reflexionar sobre el manejo adecuado para este movimiento sindical emergente. Antes de 1938 ya existía en el Caribe la Asociación Universal de Desarrollo Negro —Universal Negro Improvement Association en inglés—, fundada por Marcus Garvey. Esto es importante porque, más adelante, muchos garveyistas se unieron al PNP. Después de los disturbios obreros en la década de 1930, surgieron el Sindicato Industrial Bustamante —Bustamante Industrial Trade Union (BITU) en inglés— y el PNP, liderado por Norman Manley: un movimiento sindical organizado y un movimiento nacionalista anticolonial. Esa era la configuración política de la época.
He argumentado que el PNP fue un movimiento de masas anticolonial que se transformó en un partido político en 1944 con la llegada del sufragio universal para adultos. El BITU era un movimiento sindical de masas vinculado a Bustamante, quien originalmente era miembro del PNP; fue encarcelado por sus actividades sindicales y, tras su liberación, abandonó el partido y fundó el Partido Laborista de Jamaica —Jamaica Labour Party (JLP)— en 1943. Como el movimiento sindical estaba ligado a ese partido, cuando Bustamante dejó el PNP, Norman Manley y otros líderes del partido crearon el Congreso de Sindicatos como contrapeso al BITU. En ese sentido, ambos partidos estaban arraigados en la década de 1940 en actividades organizadas por la clase trabajadora. Se podría decir, siguiendo etiquetas convencionales, que el JLP es de centroderecha y el PNP de centroizquierda, pero es importante notar que ambos partidos mantenían una relación con los movimientos de masas que ya no existe hoy en día.
El PNP también tenía conexiones inmediatas con el Partido Laborista Británico y el socialismo fabiano. Stafford Cripps, el ex canciller de la hacienda —con tendencias de izquierda— estuvo presente en la conferencia inaugural del PNP; si bien el objetivo principal del PNP en su nacimiento era la independencia política, también tenía una base socialista.
Michael creció en este ambiente, escuchando en casa las discusiones políticas de su padre. Tanto su madre como su padre estaban activamente involucrados en la vida pública. Asistió a la misma escuela colonial de élite a la que había ido su padre, el Jamaica College, tras lo cual estudió brevemente en McGill en Canadá antes de trasladarse a Londres. En LSE, su mayor influencia fue Harold Laski, el socialista inglés y posteriormente presidente del Partido Laborista. Inicialmente, bajo la influencia de su madre, quería estudiar crítica de arte, pero al terminar los requisitos de latín optó por un título en Gobierno/Ciencia Política.
El socialismo de izquierda de Laski, que estaba más a la izquierda del Partido Laborista en ese momento, tuvo una gran influencia en su pensamiento. También lo hizo el grupo de la West Indian Students’ Union, que incluía figuras como Errol Barrow, quien más tarde sería primer ministro de Barbados, y G. Arthur Brown, quien se convertiría en gobernador del Banco de Jamaica. Elsa Goveia, la extraordinaria historiadora guyanesa que se convirtió en la primera catedrática de Historia de las Indias Occidentales en la Universidad de las Indias Occidentales, también era parte de ese grupo. Esta no era la generación de los años 20 y principios de los 30 que había llegado a Londres, que incluía figuras como C.L.R. James, George Padmore, Amy Ashwood Garvey y el jugador de críquet Learie Constantine. Esta era una generación explícitamente anticolonial que se reunió en Londres en los años 40 y 50, principalmente como estudiantes. También era una generación federalista. Se consideraban a sí mismos no solamente como participantes en la vida política de Guyana, Barbados y Jamaica por separado, sino como promotores de una Federación del Caribe Anglófono.
Cuando Michael regresó a Jamaica a finales de los años 40, decidió seguir una carrera como periodista político. Comenzó a trabajar en un periódico llamado el Public Opinion, donde publicaba una columna notable titulada Root of the Matter. Políticamente se unió al partido como un miembro ordinario, pero cuando el partido se dividió en 1952, comenzó a desempeñar un papel más activo. Esta división fue provocada por las crecientes presiones de la Guerra Fría. En Jamaica, durante el período de agitación anticolonial del siglo XX, los marxistas alineados con la Unión Soviética, liderados por Richard Hart y otros, junto con el izquierdista radical Ken Hill, se volvieron increíblemente influyentes tanto dentro del PNP como en el movimiento sindical. Los sectores de derecha del partido comenzaron a preocuparse cada vez más por expulsar a los marxistas y a la izquierda del partido, y lo lograron durante la conferencia del partido en 1952.
Después de la división, Michael participó en una campaña interna que buscaba articular las diferencias entre el comunismo y el socialismo democrático. En este proceso, sus ideas políticas se fueron afinando al asistir a cientos de reuniones del partido y al participar en debates entre sus miembros. En el momento era solamente un periodista y una figura menor dentro del PNP; sin embargo, yo argumentaría que su posterior participación en el movimiento sindical fue quizá la más formativa. Se introdujo en el movimiento sindical cuando un miembro del PNP y líder sindical lo invitó a observar negociaciones laborales. Según cuenta la historia, durante la reunión de negociación, el líder sindical salió inesperadamente y dejó a Michael a cargo de la discusión. Escuchar la lista de quejas de los trabajadores en esa reunión fue lo que lo convirtió en sindicalista. Su trabajo en el sector del azúcar y la bauxita lo puso en contacto con la clase trabajadora organizada y lo transformó en el político que llegó a ser.
Neil Warner: Después de convertirse en primer ministro, Manley describió su programa de reformas económicas y políticas como la búsqueda de un “tercer camino”, contrastándolo con el modelo puertorriqueño (enfocado en atraer inversión extranjera) y el modelo cubano (basado en el marxismo-leninismo y la planificación centralizada). ¿Cómo describiría Ud. este enfoque? ¿Cuáles fueron las reformas más importantes y exitosas que impulsó?
AB: Después de que Jamaica obtuviera la independencia en 1962, la sociedad jamaicana no se descolonizó de manera sustantiva. Las plantaciones seguían siendo poderosas. Las jerarquías raciales y de clase permanecían intactas. El orden social dominante seguía estando construido sobre la base de la opresión de los negros.
Como resultado, la descolonización siguió siendo uno de los objetivos centrales de Manley en los años 70. Sin embargo, no se podía buscar la descolonización sin plantear preguntas fundamentales sobre la igualdad, la justicia y la estructura de la economía nacional. En su primer libro, La política del cambio —The Politics of Change en inglés—, Manley desarrolla ideas sobre cómo cambiar la estructura colonial de la sociedad jamaicana. Esto implicaba derogar leyes coloniales como la Ley del Amo y el Sirviente —Master and Servant Law—, proponer programas públicos como la educación gratuita, y situar a la población negra en el centro de la sociedad jamaicana. En su práctica política, intentó desmantelar los legados del viejo orden colonial.
Este fue un período de reorganización para la economía jamaicana. El azúcar era una de las industrias más importantes de la sociedad jamaicana. En el proceso de descolonización surgió una pregunta: ¿Podrían los trabajadores, cuyos ancestros habían sido esclavos, participar en la reestructuración de la industria? Esta era una cuestión tanto histórica como política, dada la historia de la isla como colonia esclavista productora de azúcar. A finales de los años 70, mis colegas y yo fuimos a Westmoreland, una zona productora de azúcar, para ayudar a transferir esas tierras a los trabajadores para que pudieran funcionar como cooperativas. Ese era solo uno de los programas impulsados por Manley. Otro fue el de alfabetización; casi el 80 por ciento de la población jamaicana era analfabeta como resultado del colonialismo británico. Quienes éramos jóvenes en ese momento estuvimos profundamente involucrados en estos programas.
En sus negociaciones con las empresas de bauxita, Michael optó por negociar tarifas de compensación más altas en lugar de nacionalizar la industria. La bauxita es una industria extractiva y, por lo tanto, finita, por lo que tenía sentido que buscáramos obtener las mejores condiciones posibles durante el período de extracción. ¿Cómo resumiría yo las reformas de los años 70? En pocas palabras: impulsó un programa de descolonización total.
Todas estas reformas incomodaron a muchos miembros de la élite nacional jamaicana. Para los años 80, la oposición de la élite y de las multinacionales se había cristalizado. Como lo demuestran documentos recientes de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos —US National Security Agency—, el país también se preocupó por las reformas de Manley y actuó en consecuencia; recordemos que esto ocurría en plena Guerra Fría. Además, Michael apoyaba a Cuba y su intervención en Angola en nombre del Movimiento Popular de Liberación de Angola — People’s Movement for the Liberation of Angola (MPLA) en inglés—, un movimiento radical. En ese momento, el MPLA luchaba contra la expansión sudafricana, que no solamente buscaba expandir el apartheid sino también debilitar la lucha contra el apartheid dentro de Sudáfrica. Todos estos factores confluyeron en la década de 1980.
Nw: Este año se cumple el quincuagésimo aniversario de la declaración del Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), un programa liderado por países del Sur Global para reestructurar las reglas del sistema económico internacional y acabar con el colonialismo económico y la dependencia. Manley fue reconocido como uno de los defensores más influyentes del NOEI. ¿Puede hablarnos sobre el papel que jugó Manley en esta iniciativa?
ab: Manley comprendió que, aunque países como Jamaica habían logrado la independencia constitucional, seguían estando ligados a una economía mundial estructurada por el colonialismo, lo que Kwame Nkrumah denominó “neocolonialismo”. Transformar la economía mundial requería, por ello, alterar los mecanismos de fijación de precios y desarrollar independencia tecnológica y energética. Producimos las materias primas, pero no fijamos sus precios y dependemos de la importación de maquinaria y petróleo para procesarlas. Como estaba profundamente comprometido con la democracia política y económica, Manley también se preocupaba mucho por el auge de las corporaciones multinacionales.
Estos problemas solamente podían abordarse mediante lo que Julius Nyerere de Tanzania y otros llamaban el Sindicato de los pobres. En el núcleo del NOEI estaba la idea de un nuevo orden económico mundial. Se basaba en la necesidad, expresada en 1979 en Arusha, Tanzania, de “completar la liberación de los países del Tercer Mundo de la dominación externa.” Por lo tanto, los países del Tercer Mundo debían unirse para tener voz en la estructura y funcionamiento de la economía mundial. Nyerere y Manley formaban un equipo clave en el NOEI. Ambos crecieron en excolonias británicas, pero también compartían la percepción de que una amenaza real para las sociedades poscoloniales era el surgimiento de una élite nacional que imitara a los antiguos gobernantes coloniales. Nyerere desarrolló la Declaración de Arusha, que en realidad buscaba cauterizar el poder de la nueva élite y su capacidad de corromper al estado. Michael no llegó tan lejos, pues estaba operando en una cultura política diferente. Sin embargo, sus ideas sobre el socialismo y la descolonización se enfocaban sobre todo en limitar el poder de la élite para usar el estado en su propio beneficio.
El NOEI contó con el apoyo de Willy Brandt y otros miembros de la Internacional Socialista. James Callaghan, quien era primer ministro del Reino Unido en ese entonces, terminó respaldándolo. Esto se convirtió en una campaña internacional para repensar la estructura de la economía global y reconfigurarla para beneficiar a los países recién independizados. Esto no era lo mismo que el Movimiento de Países No Alineados —Non-Aligned Movement en inglés—, que era más bien un movimiento político que económico. Sin embargo, Nyerere y Manley transformaron el Movimiento de Países No-Alineados en una fuerza que desafiaba tanto las estructuras económicas como las políticas del mundo en ese momento.
WK: Ud ha hablado sobre el trauma causado por dos derrotas políticas, ideológicas y militares en el Caribe: la derrota electoral de Michael Manley en 1980 y la derrota de la Revolución Granadina en 1983. Manley fue primer ministro de Jamaica por última vez entre 1989 y 1992, un período en el que su gobierno pareció estar más reconciliado con el capitalismo. ¿Qué pensaba él sobre este cambio?
ab: Los problemas que Jamaica enfrentaba con el FMI eran en realidad problemas globales. La revista Development Dialogue ofreció un análisis sofisticado sobre estos problemas en un número especial editado por tanzanos y jamaicanos. Dentro del PNP también hubo un enorme debate sobre el FMI – uno de los principales actores que aseguraron la derrota de Manley en las elecciones de 1980. Los programas de ajuste estructural fueron muy severos y pedían explícitamente la reversión del programa de reformas que él había iniciado. Esto, combinado con los precios del petróleo, la desestabilización política y el aumento de la violencia, contribuyó a su derrota.
Durante la década de los 80 hubo tres figuras clave en el mundo: Margaret Thatcher, Helmut Kohl y Ronald Reagan. Estos tres líderes tenían una intención clara de acabar con todos los movimientos progresistas, tanto a nivel nacional como internacional, ya fuera la huelga de los mineros en el Reino Unido, el NOEI o el movimiento contra el apartheid. Como dijo Margaret Thatcher: “No existe la sociedad, sólo existen los individuos.” Stuart Hall llamó a este momento una revolución en las ideas y en las prácticas sociales.
Después de la derrota de Manley en 1980, hubo una reunión en Cancún en 1981, presidida por Reagan. Julius Nyerere asistió para representar la postura del NOEI. Cuando llegó el momento de discutir este punto en la agenda, Ronald Reagan simplemente dijo: “Siguiente tema.” Nadie protestó. Manley comenzó a darse cuenta de que el mundo había cambiado drásticamente; no obstante, seguía siendo un político que debía llevar a su partido a la victoria.
Tuvimos muchas conversaciones durante ese período. Una vez me dijo, citando a Hamlet, que “el tiempo está fuera de quicio” para personas como él. En su opinión, Jamaica, con solo 2,5 millones de habitantes, no podía ir por sí sola contra la corriente mundial. En ese sentido, la nueva pregunta que había que hacer no versaba sobre cómo abandonar todas las esperanzas de transformación, sino sobre cómo mitigar los peores efectos del mercado. Quiero hacer un énfasis aquí: esta no era una dirección que él asumiera con entusiasmo, pero era el único camino realista que podía ver.
Hay muchas historias inéditas de ese período; por ahora me referiré a una. Cuando el PNP llegó al poder en 1989, una de las primeras cosas que hicimos fue visitar todos los países de la Internacional Socialista. Manley se reunió con Felipe González en España; le dijo que Jamaica tenía un grave problema con las reservas de divisas y que no quería acudir al FMI. Le preguntó, “¿Nos puedes ayudar?”. González respondió: “Hablen con nuestro ministro de finanzas.” Todos los líderes hicieron lo mismo: dejaron la decisión en manos de sus ministros de finanzas, porque no podían decir que sí sin más. Cada ministro de finanzas, a su vez, nos preguntó si teníamos un acuerdo preestablecido con el FMI.
Manley me envió al Banco Interamericano de Desarrollo para negociar un acuerdo menos severo. Había algunas personas latinoamericanas allí, y también teníamos a un jamaiquino con un puesto importante en el banco. En Washington, me reuní con ellos para desayunar y lo primero que me dijeron fue que Jamaica debía privatizar la Corporación Jamaicana Estatal de Comercio —Jamaica State Trading Corporation—; una agencia que estaba rebuscando medicamentos baratos en todo el mundo para luego suministrarlos a los hospitales públicos. Les dije que, si proponíamos esto ante el Parlamento, la población se opondría a su intervención en nuestra soberanía nacional. Su respuesta fue clara: “Como país deudor, Uds. no tienen soberanía.” Dejé mi cuchillo y tenedor sobre la mesa, me levanté y le dije al primer ministro que esto no iba a funcionar.
Manley enfermó y se retiró; yo terminé mi doctorado y seguimos en contacto. A medida que envejecía, estaba cada vez más convencido —la siguiente es una frase suya— de que la izquierda democrática debía afirmar una contranarrativa en oposición al dogma neoliberal. Incluso comenzamos a trabajar juntos en un libro sobre la necesidad de un tipo de democracia distinta y la base ideológica y filosófica de una izquierda democrática moderna. No obstante, su enfermedad empeoró y el proyecto quedó en pausa; para ser sinceros, sentí que yo no debía continuarlo sin él.
WK: Recientemente, Ud. lideró una comisión para replantear y reafirmar la visión filosófica del PNP. ¿Qué motivó ese esfuerzo y cómo fue esa experiencia? ¿Qué piensa hoy acerca de temas como la soberanía?
ab: Una vez se retiró Michael Manley, personas como yo comenzamos a sentir que el partido había perdido su visión y ambición; empezamos a alejarnos. Sin embargo, hace un par de años, miembros de la nueva dirigencia me pidieron que los ayudara a revivir la identidad filosófica del partido. Acepté por dos razones: la primera, que mencioné públicamente, fue porque Michael había dejado claro en nuestras muchas conversaciones que era responsabilidad de mi generación volver a poner en la agenda las ideas progresistas y profundamente democráticas. La segunda razón: sentí que aquellos de nosotros en la izquierda realmente necesitábamos retomar parte del trabajo que Manley y yo habíamos comenzado a discutir antes de su muerte. Era una oportunidad para trabajar con un grupo de camaradas y articular nuestra posición.
Para lograr esto seguí un modelo democrático de política. Pasé mucho tiempo en las circunscripciones; iba y venía entre Estados Unidos y Jamaica, realizando encuestas, entrevistando personas y practicando una escucha profunda. Luego de completar ese proceso el año pasado, redactamos nuestras impresiones y presentamos un documento titulado Dónde estamos —Where we Stand—, que luego fue aprobado por el partido. Posteriormente, nos dedicamos a traducir estos principios en políticas económicas. Recibimos 602 recomendaciones de los delegados del partido en la conferencia anual de septiembre pasado sobre cómo reestructurar la economía jamaicana. Aún no puedo compartir esos detalles, pero creo que es seguro decir que hay una base para el proceso de transformación de la sociedad jamaicana. Sin embargo, aún está por verse si tendremos éxito.
La pregunta sobre la soberanía sigue siendo importante. Vuelvo al escritor y novelista caribeño George Lamming, quien argumentó que la cuestión de la soberanía es central para nosotros en el Caribe. Si me pregunta, le diría que la única soberanía real que podemos tener en el Caribe es un Caribe unido. Me refiero a todo el Caribe: anglófono, francófono, hispano, neerlandés y demás. Primero debe surgir en la imaginación, a través de la convicción de que no estamos a merced de fuerzas económicas y políticas externas. Tenemos que imaginar más allá de lo que se nos ha dado. Es importante que estemos unidos en este esfuerzo, pues la estructura de la economía global no permite la soberanía individual en el sentido económico. La cuestión de la soberanía comienza, entonces, con un horizonte político. Nos exigirá en el Caribe una serie de emprendimientos económicos conjuntos, así como fortalecer nuestra capacidad para intervenir en el mundo a nivel de la política global. Esto implica configurar nuevas relaciones y alianzas globales fuera de la política de las grandes potencias. Todavía existen superpotencias que dominan el mundo, pero dada la multiplicidad de crisis actuales, se necesitan nuevas formas. Creo que ese es uno de los legados contemporáneos de Michael Manley.
Este texto fue traducido del inglés por Eduardo Gutiérrez.
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