La trampa de la deuda Argentina
Comentarios desactivados en La trampa de la deuda ArgentinaCon un pin de la característica motosierra de Milei en su saco, Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) aprovechó una conferencia de prensa en Washington para declarar su apoyo al actual gobierno argentino: ‘El país tendrá elecciones, como ustedes saben, en octubre, y es muy importante que no abandonen la voluntad de cambio.’ Para no dejar dudas, añadió: ‘Hasta ahora, no parece ser el caso. No vemos que ese riesgo se esté materializando. Pero yo pediría que Argentina mantenga el rumbo.’1La Argentina celebrará elecciones legislativas el 26 de octubre. Se disputará la mitad de los escaños en la Cámara de Diputados y un tercio de los escaños en el Senado. Algunas provincias también deberán elegir a sus diputados locales. En Argentina, las elecciones nacionales y locales pueden llevarse a cabo tanto simultáneamente como en fechas separadas.
Tras respaldar públicamente los logros económicos de la administración de Javier Milei desde que llegó al poder en diciembre de 2023, Georgieva aprobó un nuevo rescate financiero de 20.000 millones de dólares adicionales, a pesar de que Argentina aún no ha reembolsado ni un solo dólar del préstamo de 45.000 millones concedido en 2018 bajo el mandato de Mauricio Macri, y formalizado en 2022 por Martín Guzmán bajo un programa de Servicio Ampliado del Fondo (SAF). Sumados, los préstamos antiguos y nuevos, convierten a Argentina en el mayor prestatario del FMI por un amplio margen, ya que representan el 34 por ciento del total del crédito vigente del Fondo. La deuda con el FMI equivale a 65.000 millones de dólares de capital más intereses, casi cuatro veces más que el segundo mayor prestatario, que es Ucrania, un país en medio de una guerra de años.

La relación tóxica de Argentina con el FMI tiene una historia larga y complicada. Fue el último país de Latinoamérica en incorporarse a la institución, en 1956, y por los últimos 45 años, el FMI ha cogobernado Argentina a través de una sucesión constante de Acuerdos Stand-By (SBAs) y programas de Servicio Ampliado del Fondo. En otras palabras, casi dos tercios de la historia económica moderna de Argentina se ha desarrollado bajo la mirada vigilante del FMI, y a menudo bajo su mano entrometida.
Pese a su discurso libertario, el presidente Milei evoca una clara sensación de déjà vu: su equipo económico no representa una nueva vanguardia audaz, sino más bien un elenco ya conocido de tecnócratas identificables de anteriores experimentos neoliberales, muchos de los cuales terminaron en crisis estrepitosas. El hombre que le regaló a Georgieva el pin de la motosierra es Federico Sturzenegger, actual ministro de Desregulación y Transformación del Estado, quien desempeñó un papel central como secretario de Política Económica durante el tristemente famoso megacanje de 2001: un controvertido canje de deuda que profundizó la inestabilidad financiera y contribuyó a que Argentina se precipitara al peor colapso económico de su historia. 2Sturzenegger fue acusado formalmente por su presunta participación en la operación (<)em(>)megacanje(<)/em(>). Como exfuncionario del Ministerio de Economía a principios de los años 2000, fue acusado de participar en la planeación y ejecución del canje de deuda sin revelar completamente los riesgos y las consecuencias financieras adversas para el Estado argentino. Las acusaciones sostenían que Sturzenegger, junto con otros funcionarios y banqueros internacionales, participó en maniobras financieras que priorizaron el alivio de la deuda a corto plazo, pero que a largo plazo empeoraron la perspectiva fiscal del país. Sin embargo, tras quince años de disputas legales, durante el gobierno de Macri, el sistema judicial altamente corrupto desestimó los cargos. A pesar de que seguía siendo investigado, Macri nombró a Sturzenegger como presidente del Banco Central en 2016 (CIS, 2014; Infobae, 2016). Otros nombramientos han reforzado este patrón. Figuras del gobierno de Carlos Menem (1989-1999), como Guillermo Francos, e incluso el sobrino del expresidente Menem, Martín Menem, quien es el actual presidente de la Cámara de Diputados, aparecen como fichas prominentes.
De la era de Macri (2015-2019) vuelven nombres conocidos: Patricia Bullrich, Santiago Bausili y, especialmente, Luis Caputo. Tanto Caputo como Bausili fueron directores del JP Morgan y del Deutsche Bank, y ambos fueron socios en la consultora Anker. Quizás la ironía más llamativa sea la crítica que en el pasado Milei le hizo a Caputo: en una entrevista en 2018, Milei lo acusó de haberse “vendido” y de “fumarse 15.000 millones de dólares del FMI” así como de ser responsable “por el desastre en el Banco Central”. Actualmente, sin embargo, Caputo se desempeña como el ministro de Economía de Milei, mientras que Bausili es el Presidente del Banco Central. Así quedó sepultada la promocionada independencia de la actual política económica argentina.
En este contexto, es inevitable cuestionar la decisión del FMI de aprobar una nueva línea de crédito para Argentina. Prestar miles de millones de dólares más al mismo equipo que, en más de una ocasión, ha llevado al país a crisis económicas severas solo puede ser un acto de fe o un síntoma de amnesia institucional. De hecho, si se implementa con éxito, el nuevo préstamo podría reescribir la historia económica de Argentina. Pero, en caso de fracaso, las consecuencias serán históricas no solo para el país, sino también para el propio FMI. La escala del endeudamiento de Argentina plantea ahora riesgos sistémicos para ambos. Como el mismo FMI admitió abiertamente en su evaluación ex-post, el Acuerdo Stand-By de 2018 “ha generado considerables riesgos financieros y reputacionales para el Fondo”. En esta apuesta de alto riesgo, puede que la motosierra acabe afectando al propio FMI.
Riesgos Reputacionales
El sociólogo italiano Giovanni Arrighi teorizó que cada ciclo de acumulación liderado por una potencia hegemónica incluye una fase de expansión material y financiera, seguida de estancamiento y crisis, las cuales suelen conducir a cambios en el liderazgo mundial.3Giovanni Arrighi, (<)em(>)The Long Twentieth Century: Money, Power, and the Origins of Our Time(<)/em(>), Verso (1994). Según Arrighi, la hegemonía mundial se refiere a la capacidad de un Estado para conducir y gobernar un sistema de naciones soberanas, lo que a menudo implica acciones transformadoras que modifican el funcionamiento del sistema.
La hegemonía difiere de la simple dominación. Mientras la dominación se basa en la coerción, la hegemonía se consolida con el liderazgo intelectual y moral, y con la capacidad de enmarcar los conflictos en términos universales. Cuando un hegemón pierde legitimidad, deja de ser hegemónico. Por lo tanto, la hegemonía global no proviene solo del poder entre los Estados, sino también de la capacidad de un Estado para representar los intereses colectivos de sus propios ciudadanos y de otros países. Para Arrighi, la hegemonía de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial incluyó un liderazgo ideológico ejercido a través de las instituciones de Bretton Woods como la ONU, el FMI y el Banco Mundial, que promovían el desarrollo y la paz, y contrarrestaban la influencia soviética. A medida que Estados Unidos reorganizaba el “mundo libre”, las instituciones de Bretton Woods y la ONU se convirtieron en herramientas de la hegemonía estadounidense; cuando ya no podían cumplir este rol, tuvieron sus funciones bastante limitadas.
El FMI tiene 191 países miembros, pero Estados Unidos es, por mucho, el más poderoso. Esto se refleja en su poder de voto: posee el 16.5 por ciento del total de votos, lo que le confiere un poder de veto efectivo sobre las decisiones importantes, que por lo general requieren una mayoría del 85 por ciento. En conjunto, los cinco países con mayor poder de voto tienen el 38 por ciento del total, y los diez primeros reúnen el 52 por ciento, lo que refleja una marcada concentración de influencia entre un pequeño grupo de economías poderosas.

Los reiterados fracasos del FMI para estabilizar la economía global y ofrecer caminos de desarrollo para los países del Sur Global, el mayor ejemplo es la propia Argentina, son ilustrativos de los riesgos financieros y reputacionales a los que está sujeta la institución.4 Fondo Monetario Internacional (FMI). (2021). (<)em(>)Ex-post evaluation of exceptional access under the 2018 Stand-By Arrangement—Press release and staff report(<)/em(>). https://www.imf.org/en/Publications/CR/Issues/2021/12/22/Argentina-Ex-Post-Evaluation-of-Exceptional-Access-Under-the-2018-Stand-By-Arrangement-511289 Esta no es una cuestión menor si se considera el creciente papel de China como prestamista de última instancia y la expansión de una red sino-céntrica de bancos de desarrollo.
Argentina y el FMI
Argentina ha tenido una relación larga y compleja con el FMI, marcada por recurrentes ciclos de deuda, crisis y reestructuración. Desde 1958, el país ha suscrito más de 20 acuerdos con el FMI —principalmente Acuerdos Stand-By y de Servicio Ampliado del Fondo— que suman más de 133.000 millones en derechos especiales de giro (DEG) en fondos acordados, equivalente a 177.000 millones de dólares, de los cuales se desembolsó el 60 por ciento. Estos programas han estado sistemáticamente acompañados de estrictas condicionalidades macroeconómicas que suelen enfocarse en la austeridad fiscal, el control de la inflación, la liberalización del comercio y reformas estructurales.
En 1944, Argentina fue excluida de participar en los Acuerdos de Bretton Woods debido a preocupaciones sobre su falta de alineación política con Estados Unidos y por su neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, finalmente se adhirió al club durante el gobierno de la “Revolución Libertadora” en 1956, que había derrocado al gobierno de Juan D. Perón.

Los primeros acuerdos, firmados a finales de la década de 1950 y durante la de 1960, fueron de tamaño modesto, y buscaban la estabilización monetaria y la acumulación de reservas de divisas, lo que introdujo a Argentina en la disciplina fiscal al estilo del FMI y supuso la eliminación de activos clave para el desarrollo, como su red ferroviaria. 5En la década de 1940, Argentina tenía la red ferroviaria más extensa de todo el continente americano, la cual alcanzaba más de 47.000 km. El primer acuerdo firmado con el FMI en 1958 pretendía, entre otros objetivos, “eliminar” la mayoría de ferrocarriles.
En diciembre de 1982, el Banco Central de Argentina nacionalizó cerca de 17.000 millones de dólares de deuda privada, lo que marcó el fin de un periodo de dictadura apoyada por Estados Unidos e ideada por Kissinger (1976-1983), la cual se caracterizó por algunos de los primeros experimentos de reestructuración neoliberal. La decisión allanó el camino para la crisis de la deuda de la década de 1980 y las subsiguientes políticas de desindustrialización y reformas de ajuste, acompañadas con represión social. Para esta década, con el incremento de las tasas de interés estadounidenses, se desencadenó la crisis de la deuda latinoamericana, que llevó a Argentina a entrar a una serie de Acuerdos Stand-By de mayor envergadura, los cuales incluían medidas como la devaluación monetaria, la reducción del sector público y estrictos controles salariales, todos los cuales contribuyeron a generar presiones recesivas y a la agitación política en un contexto de creciente inflación y descontento social.
En la década de 1990, Argentina adoptó el Consenso de Washington y comenzó lo que se conoció como una era de “relaciones carnales” con Estados Unidos. El Acuerdo Stand-By de 1991 y el Servicio Ampliado del Fondo de 1992 apoyaron las reformas de Carlos Menem, en especial el plan de convertibilidad que vinculaba el peso argentino con el dólar estadounidense. Las políticas respaldadas por el FMI incluían privatizaciones masivas, la liberalización del comercio y la consolidación fiscal; sin embargo, a finales de los años 90s, las vulnerabilidades se agravaron. El acuerdo Stand-By de 1996 y el Servicio Ampliado del Fondo de 1998 pretendían mantener la convertibilidad, pero los choques externos y el incremento de los niveles de deuda prepararon el terreno para una crisis devastadora.
Con el cambio de milenio, Argentina firmó un nuevo préstamo de 16.900 millones de DEG, seguido de un servicio de complementación de reservas de 6.100 millones en derechos especiales de giro en 2001, mientras su economía se precipitaba al colapso. El FMI exigió una mayor reducción del déficit, reformas al mercado laboral y la continuación del compromiso de vinculación monetaria. Estas medidas acabaron por profundizar la crisis, que culminó en el default de la deuda en 2001, el mayor de la historia mundial hasta ese momento.
En 2003, durante la transición postcrisis, Argentina firmó dos nuevos Acuerdos Stand-By para estabilizar su economía y comenzar a reestructurar la deuda. Estos programas marcaron un cambio desde la austeridad estricta hacia políticas de recuperación más pragmáticas. Luego, en un acontecimiento histórico, en diciembre de 2005 el presidente Néstor Kirchner anunció el reembolso total de la deuda con el FMI, aproximadamente 9.900 millones de dólares. En 2006, Argentina cerró la oficina del FMI en Buenos Aires, con lo que rompió simbólicamente los lazos con la institución. Kirchner criticó el papel que tuvo el Fondo en la crisis argentina, afirmando que el país estaba “enterrando un pasado vergonzoso” de políticas económicas impuestas desde el exterior.
“Volveremos”: el mayor préstamo de la historia del FMI
Georgieva no es la primera directora del FMI que ha mostrado favoritismo político en Argentina. En 2020, Mauricio Claver-Carone, quien fue director ejecutivo de Estados Unidos en el FMI y un importante asesor para América Latina del primer mandato de Trump, afirmó que “todo lo que hizo Trump en el FMI fue para ayudar a Macri y evitar que el peronismo volviera a la Casa Rosada”.
Fue bajo la presidencia de Mauricio Macri, en 2018, que Argentina volvió a acudir al FMI con un préstamo récord de 57.000 millones de dólares. Algunos sostienen que el Fondo aprobó el mayor préstamo de su historia para apoyar políticamente la reelección de Macri en 2019, a pesar de las claras señales de advertencia de que el programa era insostenible. Esta percepción de interferencia partidista empañó la neutralidad institucional que se espera de esta organización.
El programa buscaba restaurar la confianza del mercado, pero impuso condiciones severas: crecimiento cero de la base monetaria, fuerte consolidación fiscal y una tasa de cambio regida por el mercado. El acuerdo de 2018 se alcanzó de forma rápida y discreta, lo que dio lugar a acusaciones de que las condiciones eran confusas y se habían negociado a puerta cerrada sin supervisión democrática ni debate público. Esto sembró dudas sobre su legitimidad, aunque no sobre su clara ilegalidad según el derecho internacional; el acuerdo sólo empeoró la recesión y la pobreza, fracasando finalmente en estabilizar la economía; además, violó tanto la legislación nacional como las propias normas del FMI.
Según la Constitución argentina, los acuerdos financieros internacionales de gran magnitud —especialmente aquellos que implican una deuda soberana— deben ser aprobados por el Congreso. Sin embargo, el gobierno de Macri negoció un acuerdo de 57.000 millones de dólares (que finalmente se redujo a 45.000 millones) sin tener una previa ratificación legislativa ni cumplir con los mínimos trámites administrativos exigidos legalmente.6La Coordinadora de Abogadxs de Interés Público lideró una disputa legal en el poder judicial para declarar la nulidad del préstamo del FMI en 2018. El acuerdo fue formalizado posteriormente, en 2022, por Martín Guzmán, ministro de Economía de Alberto Fernández, quien lo regularizó a través de un Servicio Ampliado del Fondo, el cual incluyó la aprobación del Congreso, aunque de forma posterior.
Varios expertos y antiguos funcionarios del FMI han argumentado que el préstamo incumplía el Convenio Constitutivo del FMI, pues gran parte del desembolso de 2018 se usó para respaldar el peso argentino y financiar la salida de capitales. Esto contradice la misión fundamental del Fondo, estipulada en el artículo 1, según el cual el FMI debe garantizar la estabilidad general de la economía y de la balanza de pagos. El artículo 6 establece que “ningún país miembro podrá utilizar los recursos generales del Fondo para hacer frente a una salida considerable o continua de capital”. Sin embargo, el Banco Central de Argentina comprobó que la mayor parte de los fondos se utilizaron para pagar a inversores extranjeros y permitir la fuga de capitales, en lugar de apoyar inversiones productivas o reformas estructurales.7Banco Central de la República Argentina (BCRA). (2020). Mercado de cambios, deuda y formación de activos externos 2015–2019. https://www.bcra.gob.ar/Noticias/publicacion-de-informe-mercado-cambios-deuda-2015-2019.aspLa evaluación ex-post del FMI menciona el término “fuga de capitales” veintiún veces y reconoce que “la fuga de capitales socavó la recuperación de las reservas internacionales”.
Los críticos también señalaron que el programa carecía de un plan macroeconómico creíble y de una ruta sostenible para la deuda. El FMI también lo reconoció en su evaluación ex-post, donde admite que “el Acuerdo Stand-By ha generado considerables riesgos financieros y reputacionales para el Fondo”. La evaluación concluyó con cinco “lecciones” principales que, media década después, no se aplican necesariamente al nuevo Servicio Ampliado del Fondo de Milei:
“Primero, es esencial que se incorporen presunciones realistas. Segundo, los programas deberían adaptarse a las circunstancias de cada país, incluyendo consideraciones político-económicas, lo que podría implicar el uso de medidas no convencionales si es poco probable que se cumplan las políticas macroeconómicas estándar. Tercero, el análisis de riesgos subyacente a consideraciones clave realizadas al momento de aplicar el marco de acceso excepcional deberían detallarse claramente y comunicarse al Directorio. Cuarto, la participación, que debería entenderse en un sentido social más amplio, no debería impedir una evaluación sincera de posibles opciones políticas y resultados de programas que sean mejores. Quinto, una comunicación externa eficaz es fundamental para asegurar una participación adecuada en diferentes niveles y el efecto catalizador previsto. Por último, es necesaria una apropiada distribución de la carga al suscribir acuerdos de acceso excepcional.” (FMI, 2021).
Los Fracasos de Guzmán
En 2021, el presidente Alberto Fernández nombró a Martín Guzmán como ministro de Economía para renegociar el controvertido préstamo que Macri solicitó al FMI. En medio de una pandemia global sin precedentes, la guerra en Ucrania y un panorama financiero internacional cambiante, Guzmán lideró una negociación ampliamente criticada que no consiguió ni una reducción del capital ni un alivio significativo en el pago de intereses. Además, sus negociaciones fueron especialmente secretas, incluso para los altos dirigentes políticos y los funcionarios de asuntos exteriores, lo que socavó cualquier posibilidad de construir un consenso interno.
A pesar de reconocer el papel del FMI en la “timba financiera” y de aprobar un préstamo político que constituyó “un fraude”, Martín Guzmán formalizó el cuestionable préstamo a través de un Servicio Ampliado del Fondo, que esencialmente sustituyó la deuda original por una nueva, bajo unos términos ligeramente modificados. Aunque el Acuerdo Stand-By original ya era jurídicamente cuestionable, Guzmán lo “legalizó” y pospuso los pagos de capital, en lugar de cuestionar su legitimidad. También impulsó la Ley 27.612, conocida como “ley Guzmán”, que estableció la obligación de someter a aprobación del Congreso los nuevos acuerdos financieros internacionales, en particular los que implicaban al FMI.
Guzmán pretendía promover un ajuste fiscal gradual, la acumulación de reservas y la protección del gasto social, una postura más flexible que la de anteriores acuerdos con el FMI; sin embargo, ninguno de los objetivos del programa de Servicio Ampliado del Fondo se alcanzó. La inflación, que ya era elevada, se descontroló y superó el 200 por ciento; Guzmán no tuvo otra opción que renunciar, algo que hizo en julio de 2022. La frustración pública por el incremento de los precios y el descenso del nivel de vida allanaron el camino para la victoria electoral de Milei a finales de 2023. La estrategia dócil de Guzmán fue un fracaso: las negociaciones resultaron estériles.
Incluso la “ley Guzmán” terminó siendo en gran medida simbólica. La administración del presidente Javier Milei la eludió mediante un decreto de necesidad y urgencia (DNU) con el que aprobó un nuevo programa de Servicio Ampliado del Fondo por valor de 15.300 millones de DEG (aproximadamente 20.000 millones de dólares). Este episodio demostró la poca resistencia que pueden enfrentar incluso los acuerdos financieros de gran envergadura dentro del frágil marco institucional argentino, plagado de corrupción y en un contexto de expresiva decadencia política.La “victoria” de los sobrecargos parece más una pelea por un “caramelo” que una solución real del préstamo ilegítimo que Argentina recibió del FMI, desviando el foco real del problema de la deuda.
Caputo y el IMF: el segundo round
El nuevo préstamo que Milei solicitó al FMI se estructura en el marco de un acuerdo de Servicio Ampliado del Fondo a 48 meses, por un total de 20.000 millones de dólares (lo que equivale al 479 por ciento de la cuota de Argentina en el FMI); este se suma a los 45.000 millones de dólares existentes, que incluye un desembolso inmediato de 12.000 millones. La primera revisión del acuerdo está programada para este mes, justo un poco antes de las elecciones de octubre, con un desembolso de aproximadamente 2.000 millones de dólares. La financiación pretende estabilizar la moneda argentina y cubrir las obligaciones urgentes de la deuda.
Los 12.000 millones de dólares desembolsados ya se han usado para comprar pasivos al Banco Central de Argentina; para esto se trasladaron fondos del Tesoro al Banco Central. Con este “truco” financiero, la cantidad total de reservas continuará estable: cuando están en poder del Tesoro, alimentan las reservas brutas porque se registran como depósitos “encajados”, y cuando se transfieren a los activos del Banco Central, se convierten en reservas netas y líquidas disponibles para intervenir, si fuera necesario dentro de un sistema de flotación cambiaria entre bandas. Esto abre nuevas posibilidades para el carry trade en un contexto de pesos sobrevaluados, lo que representa una oportunidad bastante atractiva para una futura fuga de capitales.
En cuanto a las dinámicas de reembolso, el FMI enfatiza en la necesidad de que Argentina recupere sus reservas internacionales, que están en niveles muy bajos. Recuperar el acceso a los mercados y manejar los riesgos globales requerirá nuevas mejoras del régimen cambiario y monetario, junto con una reducción cuidadosa y gradual de las restricciones cambiarias.
A principios de 2025, el peso argentino fue la moneda más sobrevaluada en el Índice Big Mac de The Economist, con una sobrevaluación del 56,7 por ciento frente al dólar estadounidense, según Bloomberg. Esto ha contribuido a una desaceleración en la liquidación de exportaciones de commodities. Frente a las preocupaciones del sector agroindustrial, el ministro de Economía, Luis Caputo, sugirió a los productores adoptar estrategias de carry trade para aumentar sus rendimientos. Frente a las preocupaciones del sector agroindustrial, el ministro de Economía, Luis Caputo, sugirió a los productores adoptar estrategias de carry trade para aumentar sus rendimientos. En respuesta, las asociaciones rurales expresaron su preocupación:
El sector productivo que representamos ha recibido declaraciones por parte de funcionarios nacionales que generan preocupación. En primer lugar, se nos ha brindado un consejo relacionado con la especulación financiera, una recomendación completamente ajena a nuestra actividad específica. Nuestra labor consiste en generar riqueza genuina y exportable, lo que ha permitido, a lo largo de los años, que distintos gobiernos confisquen un total de 200.000 millones de dólares.
Aún no es claro cómo el gobierno argentino pretende recapitalizar realmente las reservas del Banco Central de manera sostenible y no simplemente aumentando la deuda externa. Hasta ahora, ha recurrido a un esquema de “blanqueo de capitales” (regularización de capitales o amnistía fiscal), a menudo criticado por permitir el lavado de dinero a gran escala. Se han declarado activos por un total de 32.000 millones de dólares, que incluyen 22.000 millones en depósitos en efectivo a través de cuentas especiales de regularización de activos (CERA) y agentes de liquidación y compensación (ALyC), y casi 10.000 millones en otros activos como bienes inmuebles, vehículos y acciones de empresas. Coincidencia, o no, el actual ministro de Justicia del gobierno de Milei, Mariano Cúneo Libarona, se desempeñó anteriormente como abogado defensor de varios de los narcotraficantes más conocidos de Argentina.
Las trampas de la deuda argentina
Durante su visita a Buenos Aires en abril de 2025, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, expresó un firme apoyo a las reformas económicas que se han impulsado en Argentina bajo la presidencia de Javier Milei, en especial a los ajustes fiscales, monetarios y cambiarios. Bessent resaltó que los 20.000 millones de dólares del Servicio Ampliado del FMI y los préstamos adicionales del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo son cruciales para estabilizar la economía argentina.
Aunque respaldó estas reformas, también expresó su preocupación por la creciente influencia de China en América Latina, y calificó de “rapaces” los acuerdos de préstamo chinos en el Sur Global. En un comentario mordaz, sugirió que Argentina debería terminar su acuerdo swap con China una vez que acumule suficientes reservas. De este acuerdo, valorado en 20.000 millones de dólares, solo se han activado 5.000 millones hasta el momento. La siguiente gráfica muestra el efecto del swap en las reservas del Banco Central de Argentina.
En respuesta, la embajada de China en Argentina emitió un comunicado de “profundo descontento”, en el que rechaza que Bessent haya calificado los acuerdos financieros chinos como “predadores”. La embajada enfatizó que los compromisos de China con los países en desarrollo, incluida Argentina, son de beneficio mutuo y sin condiciones políticas. Este intercambio destaca la complejidad de los vínculos de Argentina con Estados Unidos y China, y refleja las marcadas tensiones entre las potencias occidentales y orientales en el ámbito geopolítico.
Irónicamente, la crítica de Bessent al swap de 5.000 millones de dólares de Argentina con China contrasta con su apoyo a la creciente deuda de Argentina con el FMI, que ahora asciende a los 65.000 millones de dólares. Esto plantea una pregunta provocadora: ¿Dónde radica la verdadera trampa de la deuda, en Oriente o en Occidente?
Un mes después, el 16 de mayo, Mauricio Claver-Carone, exdirector del FMI responsable del préstamo más grande en la historia del Fondo a la administración de Macri, declaró: “Mientras el país tenga el swap, está amarrado a China y depende de ese swap para poder mantenerse económicamente. Entonces, Argentina no es libre”. La embajada china en Argentina respondió: “Sus comentarios sobre la cooperación entre China y Argentina a través del swap de divisas están llenos de clichés, prejuicios y manipulaciones características de la doctrina de Monroe”.
El propio FMI ha reconocido que las garantías de financiación de China son vitales para la estabilidad económica argentina, en especial para refinanciar el swap con el Banco Popular de China y sostener los proyectos de represas hidroeléctricas vinculados a la financiación china. Esta valoración contradice directamente la retórica de Bessent y de Carone, y revela una tensión entre los objetivos políticos de Estados Unidos, el FMI y la realidad económica de Argentina. Además, tanto en reuniones oficiales como informales, el Banco Central de Argentina ha declarado explícitamente que espera recibir el desembolso de 2.000 millones de dólares del FMI aunque no se cumpla el objetivo de reconstruir las reservas internacionales en la próxima revisión del 13 de junio. Creen que la reducción de pensiones, la eliminación de ministerios estratégicos y la contracción de la clase media son objetivos suficientes; sin embargo, no está claro hacia dónde se está yendo el superávit, ya que no se está usando para recuperar las reservas internacionales. En vista de que las metas no se cumplirán a tiempo, el FMI decidió posponer la fecha de la revisión del 13 de junio para finales de julio. Reforzando que el préstamo, lejos de tener una sostenibilidad técnica o económica, representa pura discrecionalidad política.

Es una interesante ironía histórica. Los experimentos neoliberales impuestos por la dictadura respaldada por Estados Unidos en 1976, y la posterior adopción del Consenso de Washington en la década de 1990, contribuyeron a la desindustrialización de Argentina, transformando al país en una economía exportadora de materias primas. La participación de la industria en el PIB se desplomó de más del 50 por ciento a mediados de la década de 1970 hasta aproximadamente el 20 por ciento en la década de 2000. Las consecuencias de las políticas neoliberales que llevaron a la desindustrialización son, precisamente, los motores de la dependencia argentina de los mercados chinos.
En la actualidad, las exportaciones de Argentina consisten principalmente en materias primas como soja, carne vacuna y cebada, que siguen siendo su principal fuente de divisas. China ha sido el segundo destino de exportación más importante de Argentina desde 2009; sin embargo, esta relación se ha debilitado en los últimos años: en 2023, las exportaciones argentinas hacia China cayeron a los 5.200 millones de dólares, por debajo de los 7.900 millones de 2022; para 2024, China bajó al cuarto lugar entre los socios comerciales de Argentina, y hasta mayo de 2025 las exportaciones hacia China cayeron por debajo de los 1.000 millones de dólares.8INDEC, Estadísticas del Comercio Exterior (2025).(<)a href='https://comex.indec.gob.ar/#/'(>) https://comex.indec.gob.ar/#/https://comex.indec.gob.ar/#/(<)/a(>)
A pesar de este declive, China sigue siendo fundamental para el comercio de Argentina, especialmente para exportaciones clave como la soja y la carne vacuna, productos que Estados Unidos tiene dificultad para adquirir de Argentina debido a su producción interna. Por consiguiente, Argentina sigue atada a China para mantener su capacidad de pago de la deuda con el FMI. Sin embargo, la creciente dependencia de las exportaciones de materias primas —principalmente para importar productos manufacturados chinos— ha ampliado el déficit comercial de Argentina con China. Los acuerdos swap han sido fundamentales para sostener el comercio durante las crisis de balanza de pagos; de hecho, la línea swap china le permitió a Argentina pagar los intereses del FMI en 2023, luego de la dimisión de Guzmán.
La estrategia de inversión a largo plazo de China en Argentina, particularmente a través de megaproyectos de infraestructura como las represas hidroeléctricas en la Patagonia, ha producido resultados limitados a corto plazo. Para 2024, la represa Néstor Kirchner tenía un avance de apenas el 20 por ciento y la represa Jorge Cepernic del 45 por ciento. Adicionalmente, el veto de Estados Unidos bloqueó los proyectos nucleares respaldados por China.9Haro Sly, M. J., & Hurtado, D. (2023). Hacia la convergencia de trayectorias en ciencia y tecnología que se bifurcan: Desafíos de la cooperación de Argentina y China. In M. Andrés (Ed.), (<)em(>)Argentina-China 50(<)/em(>) (<)em(>)años de relaciones diplomáticas: Cooperación, desarrollo y futuro(<)/em(>) (pp. 115–133). Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y Academia China de Ciencias Sociales. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/c_2023-05-08-argentina-china.pdf Así como los planes de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) en Argentina no han pasado de la fase de diseño; esto pone en duda tanto la eficacia de la estrategia de China como la sostenibilidad de la dependencia argentina del financiamiento chino.
Este contexto geopolítico y económico destaca los desafíos que enfrenta el FMI como prestamista de última instancia para países como Argentina. Los riesgos financieros y reputacionales del Fondo están cada vez más relacionados con las recurrentes crisis de deuda que busca gestionar, pero que a menudo termina agravando.
Como propone la teoría de ciclos hegemónicos de Giovanni Arrighi, la hegemonía implica no solo un dominio coercitivo, sino también un liderazgo intelectual y moral: dar forma a las reglas de un sistema internacional capaz de promover una ruta de desarrollo que represente los intereses colectivos no solo de sus propios ciudadanos, sino también de la comunidad internacional. El declive relativo de la hegemonía estadounidense y el fracaso de las instituciones de Bretton Woods para fomentar un desarrollo sostenible plantean preguntas profundas acerca del futuro de la gobernanza mundial. El creciente papel de China como acreedor alternativo y el auge de instituciones financieras sinocéntricas no han logrado consolidarse como un camino emancipador para los países del Sur Global, capaces de romper las dinámicas centro-periferia, pero sin duda están disputando una nueva narrativa.
Las tensiones entre potencias en Argentina ha dificultado la capacidad de China para avanzar en sus proyectos, pero también ha debilitado la estrategia de Estados Unidos para aislar a China totalmente, ya que Argentina sigue dependiendo de su mercado y su financiamiento.
El actual clima político de Argentina complica mucho más su navegación entre estas tensiones globales. Las reformas del presidente Milei —que se alinean con la ortodoxia del FMI— han intensificado el ciclo de dependencia de la deuda del país en un contexto global cada vez más inestable. La baja participación electoral en las elecciones locales de 2025 refleja una profunda desilusión hacia la clase política y la pérdida de confianza de los ciudadanos en la viabilidad de la estrategia de desarrollo a largo plazo de Argentina.Ningún poder político importante ha articulado una visión clara y factible para escapar de las trampas de la deuda impuestas por las instituciones financieras occidentales. Los partidos de oposición, incluidas varias facciones peronistas, solo han ofrecido condenas retóricas al último acuerdo de préstamo con el FMI, pero no han propuesto alternativas concretas ni movilizado una resistencia sustancial, lo que muestra que la clase política no tiene ni idea de cómo construir una nueva vía de desarrollo para el país con soberanía económica. Aunque los movimientos ciudadanos y sociales que definieron la rebelión de 2001 en Argentina siguen dispersos, desde abajo se escuchan susurros de cambio.
Traducido al español por Natalia Silva