Durante más de una década, invertir en Estados Unidos ha sido una buena apuesta. La industria tecnológica estadounidense, sus consumidores infatigables, las empresas altamente rentables y una política fiscal favorable al crecimiento han hecho del país una opción sumamente atractiva, y han alimentado la narrativa sobre su economía inquebrantable. Esto se ha denominado la apuesta por la “excepcionalidad estadounidense”, un fenómeno que parece haber llegado a un abrupto final.

A raíz de los anuncios intermitentes de aranceles por parte de Trump, junto con la erosión general del estado de derecho a nivel interno, los inversionistas están ahora verdaderamente asustados. En episodios previos de turbulencia en los mercados, los inversionistas huían de los activos “riesgosos” hacia el refugio seguro de los bonos del Tesoro estadounidense. Ahora, los inversionistas han vendido acciones de empresas estadounidenses a un ritmo récord y, en un giro dramático, a mediados de abril los rendimientos del Tesoro subieron (es decir, los bonos soberanos de EE. UU. estaban siendo vendidos) y el dólar se debilitó al mismo tiempo. Esta combinación de una moneda debilitada y bonos soberanos en caída implica una falta de confianza rara vez vista en economías desarrolladas —una excepción notable fue el desastroso mini-presupuesto de Liz Truss durante su efímero mandato en el Reino Unido— y mucho menos en el emisor de la moneda de reserva mundial. ¿Están verdaderamente “seguros” los bonos estadounidenses cuando hay un rey loco al mando?
La independencia de la Reserva Federal es crucial para las suposiciones del mercado sobre la estabilidad estadounidense. Por esto, cuando Trump amenazó con “despedir” al presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, los mercados reaccionaron con violencia. La amenaza fue posteriormente retirada, pero desde entonces Trump ha dicho que deberían bajarse las tasas de interés; y dado que el presidente puede nombrar a un nuevo titular cuando el mandato de Powell termine en mayo de 2026, las preocupaciones sobre la independencia de la Reserva persistirán. Como dijo Larry Summers al Wall Street Journal: intimidar a la Reserva no sirve para controlar las tasas, pero sí pone “nerviosos” a los mercados, lo que significa tasas más altas a largo plazo.
Con la administración Trump manteniendo hasta ahora sus altísimos aranceles contra Pekín, el mundo entero enfrenta la posibilidad de una guerra económica entre Estados Unidos y China y la desintegración de las cadenas de suministro globales. Hablar de “desacoplamiento” sería utilizar un eufemismo trillado. Como escribió Isabella Weber, el término sugiere algo como “desacoplar dos vagones: limpio y sencillo.” En realidad, lo que sucedería “se parece más a arrancar órganos de un cuerpo vivo.” Si llegara a ocurrir un evento así, sería catastrófico para la salud de la economía global, dañando a los estadounidenses, antagonizando a los aliados y ralentizando la estabilización climática del planeta.

Fuente: Apollo
Hegemonía
Las afirmaciones sobre el fin de la hegemonía estadounidense no son nuevas, pero sí lo es que sea la propia Casa Blanca la que declare que ya no será un socio confiable en seguridad, comercio o como emisor de la moneda de reserva.
No hay ninguna potencia hegemónica esperando entre bastidores para llenar el vacío del tamaño de Estados Unidos en los asuntos globales, y definitivamente no hay un reemplazo evidente para el dólar. Como señala Dario Perkins de TS Lombard, la diversificación y la desdolarización en los márgenes no significan que este sea el fin del estatus de reserva del dólar. El dólar estadounidense “posee poderosos efectos de red”. El comercio seguirá denominándose en dólares “principalmente porque está respaldado por profundos mercados de financiamiento en dólares”.
El sistema fue construido por Estados Unidos para responder a sus propios intereses y creencias. “El arquitecto, el planificador maestro, el desarrollador del sistema multilateral basado en normas para la integración económica,” como lo expresó el ministro de Relaciones Exteriores de Singapur, Vivian Balakrishnan, “ha decidido que ahora necesita emprender una demolición a gran escala del mismo sistema que creó.”
Los países y los inversionistas no solamente están respondiendo a los impulsos dramáticos y caóticos de la Casa Blanca bajo Trump, sino que están tomando medidas para reducir su dependencia de Estados Unidos en los próximos años. Estas acciones pueden apoyarse en el resurgimiento de la política industrial durante la década de 2020, el intervencionismo económico y un rechazo más amplio del tipo de globalización liberal que ha prevalecido desde la Segunda Guerra Mundial. El neo-mercantilismo —definido por Eric Helleiner como la “creencia en la necesidad de un proteccionismo comercial estratégico y otras formas de activismo económico estatal para promover la riqueza y el poder del Estado en una era post-smithiana”— ha regresado, y los Estados están reconfigurando el orden global.

La respuesta del G20
Tanto los países del G7 como los del G20 están tomando medidas para capitalizar y protegerse frente a un cambio fundamental en el poder estadounidense; están fortaleciendo sus economías nacionales mediante financiamiento con déficit y dirigiendo inversiones hacia los sectores verde, de defensa y digital.
El cambio monumental en la política fiscal alemana permitirá ahora inversiones en clima, defensa y, si se cumplen las promesas, en infraestructura social. Esta disposición ha permitido movilizar más de 100 mil millones de euros a nivel de la UE para apoyar la manufactura limpia, mientras que la Comisión ha presentado una propuesta para invertir 800 mil millones de euros en gasto común en defensa.
En Canadá, quizá el aliado de Estados Unidos que ha resultado más agraviado, Mark Carney está haciendo campaña con una plataforma basada en la fortaleza y la seguridad, y ha prometido de manera similar aumentar la inversión en defensa y en manufactura verde. Carney tiene la intención de colaborar con Europa en temas de seguridad y de unir un mercado interno más amplio, flexibilizando las reglas comerciales entre las provincias canadienses.
A medida que las tensiones entre Estados Unidos y China se intensificaron durante la primera administración Trump, potencias intermedias emergentes comenzaron a usar el no alineamiento como moneda de cambio para avanzar en su desarrollo industrial y obtener mejores acuerdos comerciales.
Desde 2020, los grandes países en desarrollo han desplegado políticas industriales para fortalecer, ecologizar y modernizar sus economías. El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva lanzó Nova Indústria Brasil para aprovechar la matriz eléctrica mayormente limpia del país y sus recursos naturales como oportunidad para el desarrollo manufacturero. Junto con otros países latinoamericanos, Brasil plantea el argumento del powershoring —traslado o desarrollo de operaciones industriales y de manufactura en regiones que cuentan con suministros de energía confiables, accesibles y sostenibles— para atraer industria nacional y extranjera, posicionándose como productor de bienes de alto consumo energético en todos los sectores, como el refinamiento de metales y la fabricación de maquinaria para las cadenas de suministro de baterías y energía eólica. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, experta en sistemas energéticos, ha anunciado y financiado el Plan México, una estrategia de inversiones estratégicas con objetivos de desarrollo sostenible y contenido nacional como respuesta a los aranceles estadounidenses.
El resto del mundo
En otras regiones, los gobiernos están descubriendo que tienen menos margen de maniobra. En el sudeste asiático, los ministros se están apresurando por apaciguar a la Casa Blanca mientras mantienen relaciones con quien claramente es su socio económico más importante: China. Vietnam, que se ha beneficiado del juego del “gato y el ratón” para eludir los aranceles sobre exportaciones chinas a Estados Unidos, está tomando medidas contra los transbordos ilegales, al tiempo que recalca su estrecha relación con Estados Unidos. Camboya intenta seguir una línea similar. El delicado equilibrio que los vecinos de China han intentado mantener para conservar las garantías de seguridad estadounidenses —ya reducido en la última década— es ahora peligrosamente precario.
Sin embargo, para los países de bajos ingresos y altamente endeudados —aquellos más sometidos a la subordinación financiera internacional—, las opciones son aún más limitadas. No fue una sorpresa que varios países buscaran apaciguar de inmediato a la Casa Blanca con promesas de importar más productos estadounidenses y reducir aranceles. Una semana después del “Día de la Liberación”, la Casa Blanca informó que más de cincuenta países habían solicitado conversaciones sobre aranceles.

Si esos países lograrán o no ser escuchados por la Casa Blanca es otra cuestión. La industria con mayor número de empleos en Lesoto es la textil, y su mayor mercado de exportación es Estados Unidos. Cuando expire, a mediados de junio, el período de extensión de noventa días anunciado por Trump, este pequeño reino sin salida al mar enfrentará aranceles del 50 por ciento. El ministro de comercio de Lesoto, Mokhethi Shelile, declaró a la emisora sudafricana SABC News que no tenía claro lo que ocurriría. “No tengo buena experiencia intentando conseguir reuniones con [ellos]”, dijo. Es posible que “tras tres meses, ni siquiera hayamos logrado sentarnos con el gobierno estadounidense a negociar.”
El ministro de Agricultura de Costa de Marfil, Kobenan Kouassi Adjoumani, no mencionó ni apaciguamiento ni represalias, pero señaló que el costo de los aranceles tendría que trasladarse a los consumidores. También expresó su esperanza de que el fortalecimiento de los lazos con Europa pudiera ayudar a compensar el arancel del 21 por ciento sobre sus exportaciones de cacao.
Pekín
En China, Pekín ha aprobado un aumento del 7, 2 por ciento en el gasto en defensa para “salvaguardar firmemente” la seguridad nacional. La demostración de DeepSeek en enero de un super modelo de lenguaje de gran tamaño, libre de propiedad intelectual, ya amenazaba la presunta supremacía estadounidense en este campo; ahora, la prospectiva de que más tecnología e innovación chinas impulsen el crecimiento hace que Estados Unidos parezca aún más vulnerable.
Sin embargo, China no está haciendo fila para reemplazar el papel de Estados Unidos. en el escenario mundial. El gobierno central chino tiene sus propias maneras de construir poder estratégico. El presidente Xi ha delineado una agenda de ocho puntos diseñada para apoyar a las economías en desarrollo del Sur global, desde cooperación científica con Brasil y algunas naciones africanas hasta la reducción de barreras comerciales para los países menos desarrollados. No obstante, aunque China ha intervenido para cubrir algunas de las brechas dejadas por la repentina salida de Estados Unidos de los programas globales de salud y desarrollo de USAID, lo ha hecho a una escala mucho menor. El gobierno central no ha mostrado intención de ampliar el tipo de financiamiento internacional que ofrecen Estados Unidos y otros países del G7, ni de convertirse en emisor real de una moneda de reserva.
Reorientación diplomática
En respuesta a los acontecimientos recientes, se han propuesto diversas alianzas e inversiones que dejan de lado a Estados Unidos, incluyendo una iniciativa para hacer más verde el mayor bloque comercial del mundo, el Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional —Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP) en el inglés original—, y el primer diálogo económico en cinco años entre actores clave como China, Japón y Corea del Sur. La Unión Europea quiere fortalecer y ecologizar sus acuerdos comerciales con México, Canadá y Brasil, y está en conversaciones con los Emiratos Árabes Unidos sobre un nuevo acuerdo de libre comercio. También se discutirá una alianza entre los países de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental —Association of Southeast Asian Nations (ASEAN) en el inglés original— y el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG), con la participación de los jefes de Estado de Singapur, Arabia Saudita e Indonesia.
En relaciones internacionales, comercio, seguridad y mercados de capitales, el mensaje es el mismo: en respuesta a las décadas de dependencia de Estados Unidos y sus activos, el resto del mundo ahora busca diversificarse, descarbonizarse, defenderse y desdolarizarse.
Está lejos de aclararse cómo se podría reparar un orden global unipolar liderado por Estados Unidos. Las reformas a instituciones como el Banco Mundial y el FMI se han estancado por la falta de aprobación del Congreso estadounidense, pero incluso con cooperación estadounidense, cualquier cambio en la arquitectura formal requeriría nuevos niveles de confianza y compromiso entre Europa y China en particular, y con otros países y bloques poderosos como Japón, Brasil y los países del CCEAG. Brasil y Sudáfrica lideran los esfuerzos diplomáticos mediante sus presidencias en 2025 de los BRICS, la COP30 y el G20. La discusión sobre una nueva arquitectura comercial y financiera, capaz de ofrecer espacio político para una transformación estructural verde, se está acelerando. Los países en desarrollo no son actores pasivos ante la policrisis, sino que están intentando activamente recuperar el control sobre sus destinos. Con Trump dinamitando el orden mundial, de repente hay más espacio para que estos países trabajen con China, Europa y el este asiático.
Las cosas han cambiado de forma permanente, incluso si todos los aranceles impuestos por Trump fueran eliminados mañana e incluso si los republicanos desaparecieran del mapa político en 2028. Los vínculos causales entre desdolarización, diversificación y descarbonización siguen sin estar del todo claros. No obstante, los Estados son actores estratégicos que no pueden esperar a que haya certeza para tomar decisiones: equilibrarán sus posiciones frente a un Washington hostil, protegerán las instituciones multilaterales que respaldan sus modelos de crecimiento, e invertirán de forma contracíclica en caso de una recesión global. Estados Unidos se está volviendo más pobre y más débil al desmantelar el mismo sistema que una vez construyó. Ahora, varado en un continente empapado en fósiles, la pregunta es si observará en silencio taciturno mientras otros ascienden hacia las cumbres de la energía solar, o si aún tiene el poder de aplastar la primavera.
The Polycrisis es una publicación enfocada en cuestiones macroeconómicas, de seguridad energética y geopolítica.
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