23 de mayo de 2025

Análisis

Cadenas frágiles

México ante la amenaza arancelaria

En un giro drástico de la política comercial estadounidense, la administración Trump ha impuesto—y sigue amenazando con nuevas rondas de aranceles contra México, encendiendo alarmas en la industria manufacturera y en el gobierno mexicano. Si se aplican por completo, estas medidas podrían provocar disrupciones inmediatas en zonas industriales clave, poner en riesgo cientos de miles de empleos y frenar inversiones estratégicas.

Pero más allá de sus motivaciones coyunturales—sean migratorias, de seguridad o de visión sobre los beneficios de la integración comercial—la amenaza revela una vulnerabilidad estructural más profunda: la excesiva dependencia de México de un solo socio comercial, dispuesto a usar los aranceles como herramienta política. Este uso instrumental del poder económico tiene consecuencias directas para la estabilidad de la economía mexicana y para el funcionamiento de cadenas de valor altamente integradas entre ambos países.

Un ejemplo claro de esta politización del comercio es la reciente disputa sobre el Tratado de Aguas de 1944. El 10 de abril, apenas una semana después de la entrada en vigor de los nuevos aranceles anunciados durante el llamado “Liberation Day”, el presidente Trump acusó a México de “robar agua a los agricultores texanos” y amenazó con imponer de inmediato un arancel adicional del 10% a todas las importaciones mexicanas, junto con sanciones económicas selectivas, si no se cumplían las obligaciones del tratado. Este episodio ilustra cómo el uso arbitrario y político de tarifas genera una incertidumbre profunda sobre la continuidad del comercio bilateral, incluso en el marco de acuerdos firmados hace décadas.

En 2024, México exportó un récord de 495 mil millones de dólares a Estados Unidos—equivalentes a casi el 30 por ciento del PIB—concentrados principalmente en manufacturas complejas como vehículos, autopartes y productos electrónicos. Ese éxito, sin embargo, implica una exposición crítica: bastan decisiones unilaterales en Washington para provocar, casi de inmediato, una parálisis parcial del aparato productivo nacional.

Simulaciones del Observatorio de Complejidad Económica (OEC) 1 The OEC Tariff Simulator. Viktor Stojkoski, Pablo Paladino, Jelmy Hermosilla, and César A. Hidalgo. https://oec.world/en/tariff-simulator?exporter=mex&tariff=25 (2025) estiman que aranceles del 25 por ciento podrían reducir las exportaciones mexicanas en hasta 164 mil millones de dólares anuales en tres años —una cifra equivalente al total exportado por México a países fuera de Estados Unidos. El impacto sería especialmente severo en regiones industriales con alta concentración exportadora, donde el empleo depende directamente de la estabilidad del comercio binacional.

Frente a este escenario, México debe evitar la falsa disyuntiva entre profundizar la integración regional o buscar nuevos mercados. La única estrategia viable es dual: reforzar con inteligencia los lazos económicos con Estados Unidos en sectores clave, mientras se acelera una diversificación tecnológica y geográfica que permita reducir vulnerabilidades, escalar capacidades propias y ampliar el margen estratégico del país ante futuras disrupciones. Solo así podrá transformar una exposición crítica en una arquitectura de crecimiento más autónoma, compleja y sostenible—y evitar quedar atrapado en un modelo de integración precaria, vulnerable a decisiones unilaterales y cada vez más incompatible con un entorno geopolítico inestable.

Del crecimiento al límite

La integración productiva con Estados Unidos ha sido el principal motor del crecimiento manufacturero de México durante las últimas tres décadas. Sectores como el automotriz, la electrónica y la maquinaria industrial han prosperado gracias a la cercanía geográfica, los acuerdos comerciales y una creciente especialización regional. Pero ese mismo proceso que permitió a México escalar en cadenas globales también lo ha dejado vulnerable. A medida que se consolidaron las ventajas competitivas, se concentraron también los riesgos: hoy, gran parte del aparato productivo nacional depende de reglas, decisiones y condiciones externas sobre las que México tiene cada vez menos control. La paradoja es clara: cuanto más integrada está la economía mexicana, más expuesta queda a disrupciones originadas fuera de su territorio.

En 2024, México exportó más de 2.8 millones de vehículos ligeros a Estados Unidos, alcanzando una participación del 15 por ciento en ese mercado. 2S&P Global Commodity Insights. (2025, Marzo 27). European car makers’ body warns US tariffs threaten domestic production, exports. S&P Global. Detrás de esta cifra se encuentra una red compleja de plantas ensambladoras y proveedores distribuidos a ambos lados de la frontera, que dependen en gran medida de componentes críticos importados—especialmente baterías, sensores avanzados y semiconductores provenientes de Asia y EE. UU. Esta arquitectura fragmentada, aunque eficiente en condiciones normales, multiplica los costos logísticos y expone a la industria a disrupciones inmediatas cuando se introducen aranceles o restricciones tecnológicas.

Un caso emblemático es la gigafábrica de Tesla anunciada en Nuevo León. Con una inversión estimada en más de 10 mil millones de dólares y la creación proyectada de 12,000 empleos directos, esta planta se perfila como un nodo estratégico en la cadena de electromovilidad de América del Norte.3Forbes, Diciembre 14, 2023. Nuevo León aprueba 2,627 mdp en incentivos para fábrica de Tesla. https://forbes.com.mx/nuevo-leon-aprueba-2627-mdp-en-incentivos-para-fabrica-de-tesla. Sin embargo, bajo un escenario de aranceles generalizados, su operación podría volverse inviable, encareciendo la cadena de suministro e inhibiendo nuevas inversiones de escala similar.

Casos como el de Ciudad Juárez ilustran el alcance territorial de esta vulnerabilidad. Esta ciudad fronteriza alberga más de 300 plantas manufactureras orientadas a la exportación, muchas de ellas integradas en cadenas de valor de electrónica, autopartes y dispositivos médicos.4 INDEX Juárez. (2023). Boletín Económico e Industrial de la Industria Maquiladora. Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación.

Una interrupción abrupta del comercio tendría efectos inmediatos sobre el empleo formal, el consumo local y los ingresos fiscales del estado. Y no es una excepción: otras regiones industriales—de Reynosa a Querétaro—enfrentan condiciones similares de exposición crítica, al depender casi exclusivamente del acceso fluido al mercado estadounidense.

La industria electrónica de Jalisco representa otra dimensión de esta dependencia. Screenshot 2025-05-01 at 09.17.35.png
Con inversiones acumuladas por encima de los 4,500 millones de dólares en los últimos quince años y más de 100,000 empleos especializados, esta región se ha consolidado como un polo tecnológico clave en México 5 El Economista. Jalisco se confirma como Silicon Valley y capital de chips en América Latina. https://www.eleconomista.com.mx/estados/jalisco-confirma-silicon-valley-y-capital-chips-america-latina-20241105-733019.html . Sin embargo, más del 80 por ciento de los semiconductores que utiliza son importados de Asia. Durante la crisis global de chips entre 2021 y 2022, esta dependencia provocó pérdidas superiores a 400 millones de dólares en apenas seis meses, poniendo en evidencia los límites de una integración sin capacidades locales en componentes de alta tecnología.

A esta vulnerabilidad estructural se suma un cuello de botella logístico que amplifica los riesgos. El cruce fronterizo Nuevo Laredo–Laredo concentra cerca del 40 por ciento del comercio terrestre entre México y Estados Unidos—más de 211 mil millones de dólares anuales—pero opera con infraestructura sobrecargada y procesos aduanales lentos. Esta saturación genera sobrecostos estimados en más de 3,500 millones de dólares al año 6Instituto para la Competitividad y el Comercio Exterior de Nuevo Laredo (ICCE). (2022). Prontuario Socioeconómico Binacional 2022. Nuevo Laredo, Tamaulipas, México. Recuperado de https://anyflip.com/ivqr/ygor/ afectando la eficiencia operativa de sectores clave como la automoción, la electrónica y los dispositivos médicos.

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El modelo actual de integración, basado en eficiencia y escala, ha sido exitoso en términos de crecimiento exportador, pero revela límites cada vez más evidentes. Sin una mayor autonomía tecnológica, una base de proveedores más robusta y una infraestructura moderna, este esquema resulta vulnerable ante choques externos. En un entorno geopolítico marcado por incertidumbre y decisiones unilaterales, persistir en esta dependencia sin ajustes estratégicos compromete la capacidad del Estado mexicano para proteger su base industrial y orientar su desarrollo económico con soberanía.

Una sola estrategia, dos frentes

La creciente exposición de México a decisiones comerciales unilaterales ha dejado claro que no basta con sostener la integración actual: se necesita una reconfiguración estratégica que reconozca sus límites y aproveche sus fortalezas. Los sectores más dinámicos del país—automotriz, electrónico, médico-industrial—muestran tanto el potencial de una integración profunda como sus riesgos latentes. La pregunta ya no es si México debe integrarse o diversificarse, sino cómo puede hacer ambas cosas de manera inteligente y complementaria. Explorar esa doble vía requiere entender qué sectores representan ventajas consolidadas, cuáles enfrentan cuellos de botella críticos y dónde existen plataformas reales para reducir vulnerabilidades sin debilitar lo que funciona.

Este enfoque no implica una ruptura con Estados Unidos, sino una transformación cualitativa de la relación. México no es simplemente un proveedor de bajo costo: es una pieza central en la competitividad industrial de América del Norte. Sectores como dispositivos médicos, autopartes y electrónica lo demuestran con claridad. Lo que está en juego no es solo mantener el acceso al mercado estadounidense, sino redefinir los términos de la integración: con mayor contenido tecnológico nacional, capacidades propias de innovación y cadenas de suministro más resilientes que puedan soportar choques externos sin poner en riesgo la estabilidad productiva.

La industria de dispositivos médicos ofrece un ejemplo concreto de integración productiva de nueva generación. En 2024, México se consolidó como el principal proveedor de estos productos para el mercado estadounidense, con exportaciones superiores a 12 mil millones de dólares y tasas de crecimiento que superan el 25 por ciento anual. Empresas como Medtronic, Johnson & Johnson y Abbott han construido operaciones binacionales que combinan eficiencia manufacturera en México con capacidades regulatorias, de diseño y de I+D basadas en Estados Unidos. Según datos recientes, México aporta el 2.8 por ciento del valor agregado doméstico a las exportaciones estadounidenses, frente al 1.8 por ciento en el caso de China y apenas el 0.4 por ciento para Vietnam 7 Casas Alatriste, P., & Martínez, A. (2025, Febrero 3). «America First» does not mean «America alone». Diplomacy21 – Wilson Center. https://diplomacy21-adelphi.wilsoncenter.org/article/america-first-does-not-mean-america-alone .

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Este modelo reduce los costos operativos hasta en un 20 por ciento frente a proveedores asiáticos, al tiempo que mejora la velocidad de respuesta logística en un sector altamente regulado. Además, las plantas mexicanas cumplen con estándares internacionales exigentes (FDA, CE, ISO 13485), lo que les permite no sólo abastecer a EE. UU., sino también competir en mercados globales. Lo relevante no es solo la integración, sino su calidad tecnológica y su proyección más allá de América del Norte.

Una visualización detallada del comercio bilateral muestra con claridad cómo opera esta interdependencia. México lidera las exportaciones de dispositivos médicos terminados hacia Estados Unidos, mientras que depende de insumos clave—como circuitos integrados tipo controlador (HS 8542.31)—provenientes del mismo mercado estadounidense. En 2024, México exportó más de 12 mil millones de dólares en dispositivos médicos a Estados Unidos, que a su vez envió a México más de 9.3 mil millones de dólares en estos componentes. El resultado no es un déficit ni una pérdida: es una cadena de valor compartida, donde un país diseña y provee los “cerebros”, y el otro ensambla, certifica y entrega los productos con calidad listos para uso clínico.

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Este modelo no se sostiene con aranceles ni con discursos nacionalistas. Se sostiene con reglas claras, inversión cruzada y confianza mutua. Fracturarlo no solo pondría en riesgo empleos y competitividad, sino que debilitaría la capacidad sanitaria de toda la región, al interrumpir un ecosistema productivo que trasciende fronteras y depende de una coordinación profunda.

En 2024, México exportó más de 30 mil millones de dólares en autopartes a Estados Unidos, lo que representó más del 40 por ciento del total importado por ese país. Sin embargo, este liderazgo aparente esconde una debilidad estructural: el contenido tecnológico nacional promedio apenas supera el 55 por ciento.8 Secretaría de Economía (2023). (<)a href='https://www.gob.mx/se/documentos/diagnostico-y-prospectiva-de-la-industria-automotriz'(>)Diagnóstico y Prospectiva de la Industria Automotriz. Gobierno de México(<)/a(>).

Muchos de los componentes más sofisticados—sensores, semiconductores, módulos electrónicos—siguen siendo importados. 

Sostener esta posición en la cadena de suministro requiere más que volumen: exige una transición de ensamblador a generador de valor. Eso implica instrumentos concretos, como incentivos fiscales vinculados al incremento progresivo del contenido nacional, esquemas de coinversión tecnológica con firmas ancla y programas de formación técnica en sectores clave. Corea del Sur, en las décadas de 1980 y 1990, adoptó una estrategia similar para pasar de proveedor intermedio a potencia industrial. México puede adaptar esa experiencia a sus propias condiciones.

El otro pilar de la estrategia dual es una diversificación productiva y comercial con dirección estratégica. México ya ha comenzado a recibir inversiones relevantes en sectores emergentes como la electromovilidad. Un ejemplo destacado es la planta de BMW en San Luis Potosí, que producirá 140,000 paquetes de baterías anuales a partir de 2027. 9 ​BMW Group. (2023). “BMW Group incrementa la producción de vehículos eléctricos en la red de producción global: la plataforma ‘NEUE KLASSE’ también se construirá en la Planta de San Luis Potosí.” Sin embargo, el país aún no cuenta con una cadena integrada de producción: no dispone de capacidades a escala para refinar litio, fabricar celdas ni ensamblar sistemas completos.

La experiencia de Polonia ofrece una hoja de ruta útil. En menos de una década, el país creó un ecosistema competitivo de baterías eléctricas, apoyado en tres pilares: incentivos fiscales dirigidos, parques industriales especializados en ubicaciones logísticamente ventajosas y formación técnica acelerada en alianza con líderes globales como LG y Northvolt.

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La experiencia de Vietnam en electrónica avanzada también ofrece lecciones relevantes. Aunque empresas como Intel han inaugurado centros de diseño en Guadalajara y Foxconn ha expandido su capacidad de ensamblaje, México aún importa más del 75 por ciento de los semiconductores que consume. Vietnam, en cambio, aprovechó acuerdos con Samsung para desarrollar capacidades en encapsulado, diseño intermedio y formación técnica especializada, escalando gradualmente en la cadena de valor. Más que saltos espectaculares, el avance vietnamita se apoyó en acuerdos estructurales, acumulación progresiva de capacidades y objetivos claramente definidos.

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México no parte de cero. Cuenta con más de 120 mil ingenieros egresados cada año 10  WorldAtlas. (2018, Julio 18). Countries That Produce the Most Engineers. Consultado Abril 23, 2025, de https://www.worldatlas.com/articles/countries-with-the-most-engineering-graduates.html , zonas industriales conectadas a puertos y cruces fronterizos de alto volumen, y una base manufacturera que representa más del 18 por ciento del PIB nacional.11 Secretaría de Economía y del Trabajo. (2023). Industria manufacturera en México. Basado en datos del INEGI. Lo que falta no son ventajas, sino una estrategia decidida y coordinada para transformar esas ventajas latentes en plataformas sólidas para la producción avanzada. La clave no está en repartir esfuerzos, sino en concentrarlos en sectores donde el país puede escalar con rapidez, generar capacidades críticas y abrir nuevas rutas de inserción internacional.

Invertir donde más duele, escalar donde más importa

La diversificación no puede ser sinónimo de dispersión. En un entorno de recursos limitados y capacidades aún en desarrollo, México necesita concentrar esfuerzos donde las oportunidades externas se alinean con ventajas internas o capacidades emergentes. La pregunta ya no es solo a qué países exportar más, sino en qué sectores y mercados puede el país escalar con rapidez, reducir vulnerabilidades críticas y construir una base tecnológica más robusta. El modelo de potencial exportador del Observatorio de Complejidad Económica (OEC)12(<)a href='https://oec.world/en/blog/export-potential'(>)https://oec.world/en/blog/export-potential(<)/a(>) ofrece una guía concreta: identifica nichos de alto impacto donde ya existen condiciones para competir y donde una inversión focalizada puede transformar brechas actuales en plataformas de expansión.

A diferencia de los enfoques tradicionales, que proyectan el comercio futuro en función del crecimiento pasado o la proximidad geográfica, el modelo del OEC incorpora capacidades productivas, vínculos tecnológicos y compatibilidad con la demanda del país destino. Al cruzar estos factores, el modelo identifica productos con alto potencial de expansión. Los resultados no son genéricos: señalan caminos concretos para diversificar con lógica estratégica.

  • China: Autopartes, circuitos integrados y dispositivos médicos avanzados
    Potencial estimado: más de 3,200 millones de dólares en exportaciones adicionales.
  • Alemania: Manufactura automotriz, electrónica industrial, computadoras
    Potencial estimado: más de 2,000 millones de dólares.
  • Canadá: Autopartes, tecnologías digitales, dispositivos médicos
    Potencial estimado: más de 2,500 millones de dólares.
  • Brasil: Vehículos comerciales, autopartes avanzadas, productos electrónicos industriales
    Potencial estimado: más de 900 millones de dólares.
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Estas oportunidades no son simplemente nuevos destinos comerciales: representan rutas concretas para reducir la dependencia de Estados Unidos, elevar el contenido tecnológico de las exportaciones mexicanas y ampliar el radio de acción geoeconómica del país. No se trata de competir con precios bajos, sino de escalar en calidad, sofisticación y relevancia estratégica. Aprovechar estos nichos no solo diversifica el comercio; redefine el papel de México en las cadenas globales de valor. Identificar oportunidades es apenas el primer paso; capitalizarlas depende de construir las capacidades necesarias para competir en esos mercados. Escalar exportaciones de dispositivos médicos a Alemania o Canadá, por ejemplo, exige reforzar certificaciones internacionales (CE, ISO), adaptar marcos regulatorios y contar con laboratorios de pruebas avanzados. Acceder a mercados como el de circuitos integrados en China o Alemania requiere diseño electrónico, encapsulado y pruebas funcionales: capacidades aún limitadas en el ecosistema productivo nacional.

Lo mismo ocurre con la infraestructura. Exportar manufacturas complejas a Asia o Europa no será viable sin rutas logísticas confiables, puertos modernos y acuerdos aduanales que reduzcan fricciones. Las oportunidades pueden estar bien mapeadas, pero sin estas condiciones habilitantes, seguirán fuera de alcance. La falta de conectividad fluida —por carretera, ferrocarril, puerto o normativa— no solo encarece las operaciones; restringe de facto la capacidad del país para integrarse en cadenas globales con mayores márgenes tecnológicos.

Y es precisamente allí donde integración y diversificación se encuentran: no como rutas paralelas, sino como partes de una misma arquitectura productiva. La escala alcanzada en sectores integrados con Estados Unidos —como el automotriz, el electrónico o el médico-industrial— ofrece un punto de partida concreto para identificar los eslabones de mayor dependencia externa y convertirlos en plataformas de expansión tecnológica y apertura comercial. Lo que hoy representa una vulnerabilidad puede transformarse en ventaja, si se aborda desde una visión integrada de capacidades y mercados.

Esto implica un cambio de lógica: no solo fortalecer lo que ya funciona, sino intervenir estratégicamente en los nodos donde México es más vulnerable—como los semiconductores, las baterías o los sensores avanzados—y que, a su vez, abren puertas hacia nuevos sectores y mercados globales. Convertir esos puntos débiles en plataformas de sofisticación exige una mirada integrada donde capacidades tecnológicas, escala industrial y acceso comercial se desarrollen de forma coordinada. Allí donde más se depende, también se puede escalar más, si se invierte con visión.

De capacidades a política

La transformación productiva que México necesita no se logrará con programas dispersos ni con incentivos desconectados. Requiere priorizar capacidades críticas, movilizar instrumentos públicos y articular al Estado con el sector privado en torno a un nuevo mapa de especialización inteligente. Lo que está en juego no es solo aumentar exportaciones, sino construir una economía más autónoma, sofisticada y resiliente. Pero ese proceso no ocurre por inercia: demanda visión política, capacidad de ejecución y una arquitectura institucional capaz de sostener el esfuerzo más allá de ciclos sexenales.

La base industrial de México ha crecido en escala, pero no en densidad tecnológica ni en integración local. Hoy, menos del 1 por ciento de las empresas mexicanas participa directamente en exportaciones13OECD(<)strong(>).(<)/strong(>) (2023). (<)em(>)SME and Entrepreneurship Policy Review: Mexico 2023(<)/em(>). OECD Publishing. https://doi.org/10.1787/1cc9eaec-en lo que refleja una desconexión estructural entre la inversión extranjera y el ecosistema de proveedores nacionales. Cerrar esta brecha no requiere improvisar, sino coordinar. Eso implica vincular incentivos fiscales al incremento del contenido nacional en sectores estratégicos, promover esquemas de coinversión tecnológica entre firmas globales y proveedores locales, y lanzar programas de formación acelerada en mecatrónica, encapsulado, química avanzada y automatización industrial. No se trata de sustituir importaciones indiscriminadamente, sino de desarrollar autonomía tecnológica en nodos críticos—donde hoy el país es más vulnerable, pero también donde el retorno estratégico es mayor.

Además, la infraestructura no solo facilita el comercio: determina quién puede participar en él. Hoy, los cuellos de botella logísticos y energéticos limitan la capacidad de expansión de regiones enteras. Mientras algunos puntos fronterizos clave operan bajo saturación crónica, generando altos sobrecostos, al sur el rezago en infraestructura energética impide la llegada de manufactura avanzada a zonas con gran potencial demográfico e industrial. La red eléctrica es insuficiente, su capacidad de carga es irregular, y los costos siguen siendo poco competitivos respecto al norte del país. Un contraste útil es el proyecto SIEPAC, que conecta eléctricamente a seis países centroamericanos y que México aún no aprovecha plenamente como nodo de integración regional. Una expansión estratégica de la red nacional—combinada con inversión en energías renovables y almacenamiento distribuido—permitiría vincular el sur-sureste con los principales corredores industriales y abrir nuevas rutas para la diversificación territorial. Superar estas barreras exige más que inversiones aisladas: requiere una visión integrada que combine logística, energía moderna y conectividad digital, transformando infraestructura en cohesión económica y competitividad regional.

La escala de transformación que requiere el país no puede avanzar sin un centro de gravedad institucional. Hoy, la política industrial está fragmentada entre secretarías, fideicomisos, programas y niveles de gobierno que operan sin una brújula común. Las experiencias más exitosas—desde Corea del Sur hasta Polonia—comparten un principio básico: sin una coordinación política al más alto nivel, es imposible alinear incentivos, movilizar recursos y sostener prioridades más allá de un sexenio. México necesita una instancia rectora que combine visión estratégica con capacidad operativa: un Consejo Nacional de Política Industrial que dependa directamente de la Presidencia, articule objetivos medibles en autonomía tecnológica y diversificación exportadora, coordine presupuestos y normativas entre dependencias, y asegure la participación del sector privado, los gobiernos estatales y los clústeres productivos. No se trata de crear una burocracia más, sino de dotar al país de una arquitectura institucional capaz de transformar capacidades en resultados.

La amenaza arancelaria no es simplemente un riesgo coyuntural. Es el síntoma visible de una vulnerabilidad estructural más profunda: un modelo de integración económica que, aunque exitoso en volumen exportador, se construyó sobre bases frágiles —dependencia tecnológica, concentración geográfica y escasa articulación local.

El futuro industrial de México no se definirá solo por lo que exporta, sino por cómo lo produce, con quién lo integra y bajo qué reglas lo sostiene. La estrategia dual de integración y diversificación no es ideológica; es una necesidad estructural en un mundo donde el comercio ya no se rige por eficiencia, sino por poder. La disputa por el agua, convertida en ultimátum comercial, lo dejó claro: ningún acuerdo garantiza estabilidad cuando las reglas pueden cambiar desde una conferencia de prensa.

Pero México tiene sectores estratégicos, capacidades emergentes y una base industrial que puede escalar. Lo que falta no es diagnóstico, sino acción sostenida—y una voluntad política capaz de trascender el entusiasmo de los primeros meses. Las decisiones que México tome en los próximos años definirán si avanza hacia una economía más resiliente, compleja y soberana—o si perpetúa un modelo vulnerable, expuesto a disrupciones sucesivas y creciente incertidumbre global.

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