9 de octubre de 2024

Análisis

Adaptación en la economía sancionada

Manufactura nacional, sobrecapacidad y los límites de la resiliencia económica de Irán

El auge petrolero de finales de la década de los 2000 trajo consigo malas noticias para los fabricantes iraníes. A medida que el valor de las exportaciones de petróleo aumentaba, el rial iraní se apreciaba, los salarios reales subían y productos extranjeros inundaban el mercado iraní. Las familias de clase media disfrutaban de su nuevo poder adquisitivo, comprando con gusto cosméticos franceses, electrodomésticos coreanos y ropa turca, mientras dejaban de lado las marcas nacionales. Así fue como Irán experimentó un caso clásico de “enfermedad holandesa”, donde la bonanza petrolera debilitó la base manufacturera de Irán. Con una moneda fuerte, el rial iraní, los programas de redistribución de riqueza hacia las clases bajas impulsados por el presidente populista Mahmoud Ahmadinejad ampliaron el déficit comercial y provocaron un auge inflacionario en los sectores de vivienda y servicios. Pero cuando la administración de Obama impuso sanciones al sector financiero y energético en 2012, Irán cayó en una recesión, y el curso de los acontecimientos tomó otro rumbo.

Las sanciones afectaron a un sector manufacturero ya debilitado, lo que precipitó un estancamiento en la producción industrial iraní que persiste hasta hoy. Sin embargo, la volatilidad de la diplomacia estadounidense —como el alivio de sanciones tras el Acuerdo Nuclear de Irán en 2015 y la reimposición de sanciones bajo la administración Trump en 2017— también ha tenido efectos desiguales para los fabricantes del país. Algunos actores importantes han experimentado caídas significativas en su producción. Los fabricantes de automóviles produjeron alrededor de 1.5 millones de vehículos en 2017, cuando el país aún disfrutaba de los beneficios derivados del alivio de las sanciones. El año pasado, produjeron solo 1.2 millones de vehículos. En el caso del sector automotriz, las sanciones han limitado el acceso a insumos clave para la fabricación, reduciendo tanto la cantidad como la calidad de los automóviles y camiones producidos anualmente.

Otros fabricantes han sorteado las sanciones aprovechando sus efectos macroeconómicos, incluida la devaluación de la moneda y la reducción de importaciones. Esto ha permitido, de manera paradójica, que el capital doméstico iraní revierta los efectos de la “enfermedad holandesa”. Una mirada más detallada al sector electrodoméstico en Irán revela el grado significativo en el que las empresas pueden adaptarse a las sanciones, creando nuevo valor en mercados que, de otro modo, estarían limitados por las medidas coercitivas. Estas adaptaciones contradicen la visión común de que la resiliencia a las sanciones surge de la inversión estatal y las políticas industriales de arriba hacia abajo. Por el contrario, en Irán, la resiliencia parece ser un fenómeno de abajo hacia arriba, liderado por un capital privado oportunista. De hecho, la manera en que las empresas se adaptan a las sanciones puede influir tanto en la política económica nacional como en el régimen internacional de sanciones de maneras inesperadas. Hoy en día, la industria iraní de electrodomésticos se ve obstaculizada no por los efectos de las sanciones en la producción, sino por los efectos de la sobrecapacidad en la competencia de precios. Muchos fabricantes iraníes solo pueden sobrevivir en un mercado protegido, lo que significa que estas empresas pueden oponerse activamente a la liberalización del mercado inherente al alivio de sanciones.

Manufactura nacional

La industria iraní de electrodomésticos surgió durante la primera ola de industrialización en la década de 1960. A mediados de los años 70, marcas nacionales como Arj y Azmayesh se habían ganado un lugar en los hogares iraníes y, gracias a una calidad aceptable y características competitivas, incluso se exportaban a mercados regionales. Después de la Revolución Islámica en 1979, estas fábricas fueron nacionalizadas. Poco después, el estallido de la guerra entre Irán e Irak impidió mayores inversiones y modernización. Las marcas nacionales se convirtieron en la opción de bajo precio y baja calidad para los consumidores. A mediados de los 2000, gracias al acelerado crecimiento económico de Irán, marcas extranjeras ingresaron a un mercado iraní cada vez más segmentado. Las familias de altos ingresos dotaban sus hogares con electrodomésticos de marcas como Bosch, de Alemania, y De’Longhi, de Italia. Las familias de ingresos medios se volvieron leales a las marcas coreanas importadas LG y Samsung. Las familias de bajos ingresos optaban por marcas nacionales, cuyos electrodomésticos no podían competir en características, pero sí en precios. Para 2017, las principales marcas coreanas llegaron a dominar el mercado iraní, representando el 65% del mercado de refrigeradores y el 77% de las ventas de lavadoras, según datos de mercado recopilados por GfK. La participación coreana aumentó tras la intensificación de las sanciones occidentales sobre Irán, especialmente después de 2012, cuando las marcas europeas redujeron su presencia en el país.

En 2018, todo cambió. La administración de Trump se retiró del Acuerdo Nuclear con Irán, reimponiendo sanciones secundarias de EE. UU. sobre Irán. Las políticas de “máxima presión” de Trump tuvieron un impacto dramático en la economía iraní. Uno de los primeros efectos fue una fuerte devaluación del rial iraní, ya que Trump congeló el acceso del país a sus reservas de divisas y redujo drásticamente sus exportaciones de petróleo, la principal fuente de ingresos en moneda extranjera. En un esfuerzo por racionar divisas y defender el nuevo tipo de cambio, el gobierno iraní introdujo una prohibición de importación de más de 1.300 productos, incluidos electrodomésticos, cerrando el mercado a las marcas extranjeras. Incluso antes de esta medida proteccionista de las autoridades iraníes, estas marcas ya habían enfrentado dificultades para mantener sus operaciones de venta en el territorio, dado que los bancos internacionales comenzaron a cortar lazos con sus contrapartes iraníes.

La combinación de políticas proteccionistas y sanciones intensificadas expulsó a las marcas extranjeras del mercado de electrodomésticos en Irán, revirtiendo dos décadas de consolidación en el mercado. Los fabricantes iraníes de electrodomésticos, así como aquellos inversionistas oportunistas sin experiencia en el sector, reconocieron en un abrir y cerrar de ojos la oportunidad. El regreso de las sanciones sin duda frenaría el crecimiento económico de Irán y la alta inflación erosionaría el poder adquisitivo de los hogares. Pero la demanda de electrodomésticos —un bien esencial en el hogar— se mantendría firme. De repente, tres cuartas partes del mercado iraní de electrodomésticos estaba disponible, representando una oportunidad de $12 mil millones de dólares estadounidenses. 

Los fabricantes iraníes de electrodomésticos comenzaron a invertir en la ampliación de su capacidad de producción. Para satisfacer las necesidades de los consumidores que en el pasado compraban marcas importadas, los fabricantes de electrodomésticos también añadieron nuevas características a sus productos. La inversión no se limitó a los actores ya establecidos; el mercado de electrodomésticos vio la entrada de una gran cantidad de empresas, lo que generó un panorama altamente fragmentado. Hoy en día, hay 140 empresas produciendo refrigeradores en Irán y 100 fabricando lavadoras, según cifras del Ministerio de Industria, Minas y Comercio. Las firmas nacionales ahora dominan el mercado de electrodomésticos. Las marcas extranjeras siguen estando disponibles en Irán, pero sus productos llegan como importaciones paralelas. Estas importaciones suelen ser más costosas que las marcas producidas a nivel local debido a la continua devaluación de la moneda. Además, los productos importados de forma no oficial carecen de garantías y de soporte posventa, servicios que ahora ofrecen los fabricantes nacionales. Estos factores redujeron de manera drástica la participación de las marcas extranjeras dominantes. En 2022, la participación combinada de LG y Samsung en el mercado de refrigeradores fue solo del 8%, y las dos marcas coreanas representaron apenas el 13% de las ventas de lavadoras.

Junto con la fragmentación del mercado provocada por el dramático aumento en el número de fabricantes nacionales de electrodomésticos, los datos del Ministerio de Industria, Minas y Comercio indican que la capacidad de producción también se ha disparado. El sector de electrodomésticos es ahora el segundo mayor contribuyente al valor agregado manufacturero, solo superado por el sector automotriz. Tanto para los refrigeradores como para las lavadoras, el volumen total de producción se mantuvo estable en los años previos a 2018. Sin embargo, después de una caída inicial en la producción debido a interrupciones en la cadena de suministro, el impacto de las sanciones impulsó un crecimiento significativo en los volúmenes de producción. Las empresas iraníes produjeron 2.7 millones de refrigeradores en 2022, el doble del total de 2017, que fue de 1.35 millones. La producción de lavadoras alcanzó los 1.6 millones en 2022, frente a los aproximadamente 900.000 de 2017. Las autoridades iraníes han elogiado al sector de electrodomésticos por la creación de empleos en un mercado laboral que, de otro modo, sería bastante débil.

Si ha habido un ganador en el fragmentado mercado de electrodomésticos de Irán, es Entekhab, que representa el 40% del mercado de lavadoras y el 27% del mercado de refrigeradores. La empresa, que produce electrodomésticos de precio medio, estaba bien posicionada para expandir su producción tras la reimposición de sanciones sobre Irán. Durante décadas, Entekhab produjo electrodomésticos de la marca surcoreana Daewoo bajo licencia. En 2018, incluso intentó adquirir la división de electrodomésticos de Daewoo por segunda vez (el primer intento fue en 2010). El acuerdo finalmente no se concretó, pero fue un indicio de la ambición de Entekhab y su deseo de acceder a propiedad intelectual valiosa.

Entekhab también tiene una alianza con Haier, un fabricante chino de electrodomésticos. Fue esta asociación la que impulso el crecimiento de la empresa después de que las sanciones expulsaran a marcas como LG y Samsung del mercado iraní. Entekhab pudo aprovechar su cadena de suministro china para aumentar la producción, mientras que sus competidores luchaban por desvincularse de proveedores europeos, japoneses y coreanos, quienes en su mayoría dejaron de exportar a Irán debido al riesgo de sanciones. Más importante aún, Entekhab era una empresa experimentada, con una trayectoria en la localización de la cadena de suministro y liquidez para invertir. Han surgido novedosos competidores en el mercado de electrodomésticos, pero la mayoría carece de estas importantes ventajas competitivas. Por lo tanto, ninguna otra empresa iraní en este mercado ha alcanzado una escala similar.

Sobrecapacidad y política industrial

Mientras que en algún momento las autoridades iraníes pudieron haber temido que las sanciones perjudicaran la capacidad de producción de los fabricantes de electrodomésticos, el rápido y descoordinado crecimiento del sector ha llevado, en cambio, a una sobrecapacidad. Según estimaciones del Centro de Investigaciones del Majles, afiliado al parlamento iraní, la capacidad total de producción anual de refrigeradores en la actualidad ronda los 10.5 millones de unidades. Sin embargo, la demanda doméstica máxima es de menos de 3 millones de unidades por año. Dado que las sanciones han limitado las exportaciones, la significativa capacidad de producción no utilizada representa un desperdicio de recursos.

En un informe reciente sobre el sector, el Centro de Investigaciones del Majles advierte que los fabricantes iraníes de electrodomésticos están involucrados en una carrera hacia el abismo. “La libre entrada en la industria de electrodomésticos ha llevado a una gran cantidad de licencias de operación en las últimas décadas. Sin embargo, esta libertad de entrada no ha permitido que las empresas se beneficien de economías de escala. Aprovechar las economías de escala es necesario para lograr una producción competitiva con alta localización”, señala el informe. En otras palabras, las empresas iraníes lograron aumentar la capacidad de producción bajo sanciones, pero la movilización de capital privado refleja un éxito parcial. En conjunto, los volúmenes de producción récord podrían indicar que el mercado de electrodomésticos de Irán ha resistido las interrupciones por sanciones. Sin embargo, a nivel de empresa, muchos fabricantes de electrodomésticos enfrentan márgenes de efectivo negativos debido a la intensa competencia en un mercado fragmentado. Las empresas en un sector donde la producción ha aumentado pueden perder dinero de la misma manera que aquellas en sectores donde las sanciones han limitado la producción o las ventas. De esta manera, la sobrecapacidad se ha convertido en un dolor de cabeza inesperado para los responsables de generación de políticas en el país.

Mientras que en muchos países la política industrial implica el uso de subsidios para “atraer” capital privado en sectores estratégicos donde ha faltado inversión, Irán ha tenido dificultades para mantener el gasto gubernamental debido a la presión de las sanciones. En un contexto en el que la inversión gubernamental está inherentemente limitada, la asignación eficiente de la inversión privada es crucial, y la política industrial debería enfocarse en abordar las fallas de coordinación en aquellos sectores donde el capital privado se ha desplegado de manera oportunista. Las fallas de coordinación evidentes en la industria de electrodomésticos iraní también ponen de manifiesto cómo, a pesar de los llamados a crear una “economía de resistencia” frente a las sanciones, los responsables de la política económica iraní no han logrado utilizar la política industrial para controlar y orientar el comportamiento adaptativo de las empresas del sector privado. Este fracaso también ha generado grupos de interés entre diversos tipos de fabricantes nacionales que se oponen a la liberalización del mercado asociada con el alivio de sanciones. Lo anterior socava una creencia fundamental de los responsables de políticas occidentales: que las sanciones pueden promover cambios de comportamiento en países como Irán a través de la presión desde abajo, incluso desde los lobbies empresariales. 

Cuando surgieron rumores en 2021 de que Irán podría llegar a un acuerdo de intercambio de prisioneros con Estados Unidos, lo que también resultaría en la liberación de reservas congeladas en bancos surcoreanos, una docena de fabricantes de electrodomésticos iraníes escribió una carta abierta sin precedentes al líder supremo Ali Khamenei, pidiéndole que se asegurara de que cualquier acuerdo de este tipo no llevara a la derogación de las prohibiciones de importación que mantenían fuera del mercado a marcas como LG y Samsung. Los firmantes se opusieron a «la importación de marcas internacionales cuando la producción local satisface las necesidades cuantitativas y cualitativas del mercado interno.» Curiosamente, en su carta mencionaron a Richard Nephew, un funcionario de la administración de Obama. Nephew es visto en Irán como el principal arquitecto del programa de sanciones de Estados Unidos, una reputación que se ganó después de que su libro The Art of Sanctions fuera traducido al persa. El grupo de fabricantes de electrodomésticos afirmó que “saturar el mercado nacional con marcas coreanas y japonesas está alineado con los objetivos de Richard Nephew”, presumiblemente porque conduciría al subdesarrollo de la base manufacturera de Irán. A medida que continuaba el debate sobre la prohibición de importaciones, funcionarios clave, incluidos el ministro de industria Abbas Aliabadi, expresaron su apoyo a su derogación, impulsados por la indignación pública ante la carta. Aliabadi ha señalado que “en un mercado perfectamente competitivo, no hay necesidad de imponer tales restricciones físicas.” Pero, por ahora, la política sigue en vigor.

Queda por ver si los responsables de la generación de políticas en el país pueden convertir el fragmentado mercado de electrodomésticos de Irán en un mercado competitivo. Los responsables podrían implementar un programa de racionalización para mejorar las capacidades de los fabricantes nacionales y prepararlos para competir con marcas extranjeras, incluso en mercados de exportación. Evaluaciones recientes de la política industrial y su aplicabilidad ante los desafíos económicos actuales destacan el valor potencial de medidas de “control de entrada” que aseguren que solo las empresas calificadas operen en sectores estratégicos. El informe del Centro de Investigaciones del Majles señala que “la ausencia de políticas industriales efectivas en la industria de electrodomésticos ha llevado a un gran número de licencias emitidas, muchas de las cuales resultan en empresas que operan como ensambladoras con mínima localización.” Que tales medidas no se hayan adoptado indica los límites de la capacidad estatal en Irán.

En sus estudios sobre la resiliencia económica de economías sancionadas como Irán y Rusia, los responsables de políticas occidentales ven de manera equivocada a la resiliencia como un resultado de políticas implementadas por Estados centralizados que ejercen un control significativo sobre la economía. La economía iraní no ha sido abatida por las sanciones. Sin embargo, su resiliencia, centrada en gran medida en el sector manufacturero, ha sido generada por adaptaciones a nivel empresarial, más que por directivas lideradas por el Estado. En Irán, la producción económica se ha mantenido gracias a empresas oportunistas que aprovecharon las condiciones creadas por las sanciones y las políticas proteccionistas reactivas que éstas provocaron. Pero tales adaptaciones empresariales han alcanzado en gran medida sus límites dentro de la economía sancionada de Irán, y hasta ahora los responsables de políticas iraníes no han logrado presentar una política industrial de respuesta. No deben pasarse por alto las consecuencias de estos desarrollos para futuras negociaciones de sanciones: un segmento crucial del lobby empresarial iraní se ha convertido en el beneficiario inesperado de la guerra económica global.

Este ensayo fue traducido del inglés al español por Maria Isabel Tamayo.

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