El eje central de la estrategia de “conmoción y pavor” de la economía occidental a la invasión y bombardeo de Ucrania por parte de Rusia fue el congelamiento de los bienes del Banco Central del país agresor. En la edición del 7 de marzo del boletín “Reporte del Capital Mundial” de Credit Suisse, el estratega de inversiones Zoltan Pozsar escribe que el embargo de estas reservas por parte del G7 marca un cambio de régimen en el sistema monetario global. Pozsar lo denomina como Bretton Woods III. Él anticipa que los soberanos asiáticos, temiendo que las reservas extranjeras denominadas en dólares y euros están en riesgo de expropiación debido a futuras disputas políticas internacionales, ubicarán sus fondos excedentarios fuera del alcance de las autoridades financieras occidentales. Para Pozsar, esto anuncia el crecimiento de las “monedas respaldadas por commodities en el este” y conjura el desenlace de la hegemonía del dólar.
En un artículo de seguimiento publicado el 31 de marzo, Pozsar especula que los recientes desarrollos llevarán a China a reemplazar a Occidente como los compradores de última instancia del petróleo ruso. Como resultado, los buques petroleros deberán ser redireccionados de la vía rápida, entre este y oeste a través de Suez, a un camino más largo entre Rusia y China (que requiera transferencia entre navíos). La geopolítica dará forma a la reorganización de redes reales de infraestructura, ralentizando las cadenas de suministro e incrementando el costo del crédito. Poszar predice que este reacomodamiento de los flujos mundiales de dinero y mercancías presagia un nuevo orden económico mundial, uno en el que China reemplazará a Estados Unidos como la hegemonía monetaria. El petrodólar, presagia él, será reemplazado por el petroyuan.
El análisis de Pozsar -así como la respuesta de Adam Tooze al análisis- aprecia la asimetría en la economía mundial: entre economías avanzadas que dominan las finanzas globales y los países en desarrollo que producen la mayoría del PIB mundial (alrededor del 60 %). Asia puede ser el centro de gravedad del mundo de la manufactura, pero las firmas europeas y norteamericanas siguen dominando el grueso de las ganancias integradas en las cadenas mundiales de suministro. Esta tensión en la economía mundial no muestra señales de resolverse pronto, pero se está haciendo cada vez más disputada. La militarización de la política comercial por parte de la anterior administración republicana se ha visto reforzada por la actual administración demócrata. Un reciente discurso de la Secretaria del Tesoro Janet Yellen donde promulga “el “friendshoring” de cadenas de suministro” -en el que Estados Unidos fortalece lazos comerciales con quienes comparte intereses estratégicos y “valores fundamentales” y corta el resto- resume el nuevo tono (en su discurso, Yellen también pide revitalizar Bretton Woods basado en su visión de que el orden económico basado en el dólar nos “beneficia a todos”).
Entender este orden económico emergente requiere complementar el enfoque de la famosa “matriz de balances contables” de Hyung Song Shin respecto a la globalización financiera, con un lente que vea el sistema global del dólar como una matriz de dominación monetaria, militar y legal. Estamos presenciando la creación de un nuevo capítulo en este sistema -si estamos en una nueva era llamada Bretton Woods III, es, hasta el momento, la versión más militarizada del sistema global del dólar.
Bretton Woods I
De 1952 a 1973, Bretton Woods I reforzó la subyugación de otras monedas frente al dólar. Obtener oro requería convertir otras divisas, fuera libra esterlina o franco francés, a dólares, la única moneda que podía ser convertida en oro. La dominación del dólar dependía entonces de una tasa de cambio estable entre los dólares y el oro. Esto significó limitar el suministro de dólares -fácil de imprimir comparado con la producción de oro, una mercancía escasa. Una creciente demanda de dólares a finales de los 60 hizo que mantener una paridad fija entre dólares y oro se hiciera cada vez más difícil. En agosto de 1971, ante el temor de una caída del dólar, el presidente Nixon desligó a la moneda del oro. Ya no se podía ir a la ventana de un banco e intercambiar sus dólares por oro. Así, de facto, el orden monetario internacional conocido como Bretton Woods había acabado.
La decisión de Nixon de desvincular el dólar del oro fue tomada junto con la amenaza de sanciones comerciales a no ser que los europeos apreciaran sus divisas, haciendo que las exportaciones de Estados Unidos fueran más baratas y más atractivas para el mercado mundial. El Secretario del Tesoro de Nixon, John Connally, declaró de manera infame a sus contrapartes extranjeras que el dólar “es nuestra divisa, pero es su problema”. La administración del dolar mundial, abandonada por Estados Unidos, generó más de una década de desorden económico marcado por la inflación alta y el desempleo.
Poszar asemeja el momento presente a esta ruptura estructural en los regímenes monetarios. Pero ya no estamos en 1971. Cuando los mercados parecieron imperturbables en la primera semana de la guerra Rusa sobre Ucrania, en palabras del presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED), Jerome Powell, fue por haber “institucionalizado la provisión de liquidez”. Powell se refería a las líneas de swap y las opciones de recompra del tesoro, hechas permanentes el verano pasado, que estaban listas a suministrar dólares a los bancos centrales extranjeros y a los mercados financieros en caso de turbulencias en el mercado. Comparado con la fuerte salida de flujos financieros de China, y la ampliación y diseminación de la deuda soberana en la periferia europea en los días posteriores a la invasión ucraniana, el dólar se fortaleció y las expectativas de inflación en Estados Unidos parecieron bien ancladas, parcialmente porque la FED aseguró que estabilizaría los mercados del dólar como prestamista de última instancia.
Como custodios del dólar -involucrados en la creación y emisión de dólares, así como de pagos y acuerdos- la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos tienen un poder sin par sobre el sistema financiero mundial. Un sistema financiero mundial asimétrico basado en una sola moneda alimenta la inestabilidad. Dejarle el dinero mundial a las vicisitudes de los mercados mundiales de divisas significó décadas de crisis financieras, sobre todo en la periferia del sistema financiero global. Sin embargo, cuando una burbuja financiera gigante estalló en el epicentro del orden mundial del dólar en 2007, las intervenciones para enfrentar la crisis se convirtieron en una parte central del mandato de la FED. El intervencionismo fue su nuevo mantra.
Si las sanciones son el puño de hierro, las líneas de swap son el guante de seda del orden mundial del dólar. En las dos últimas crisis financieras, los intercambios de dólar de la FED a los bancos centrales extranjeros -que sumaron casi un billón en 2008 y medio billón en 2020- fueron otorgados a una docena de bancos centrales. Tras la crisis financiera global de 2008, el dólar emergió incluso más potente en su rol como reserva global y vehículo como divisa comercial. El ciclo financiero global del dólar post 2008 significó que el dólar dictaba fluctuaciones en el comercio mundial, los préstamos internacionales, los retornos en el mercado de acciones y el crecimiento global. Los soberanos que carecían de autonomía monetaria y fiscal debieron soportar mayores limitaciones en el presupuesto, ciclos comerciales más volátiles y en tiempos de crisis, defaults en la deuda soberana. La infraestructura monetaria de la hegemonía estadounidense es más extensa y está más arraigada que nunca antes.
Bretton Woods II
Indudablemente, el embargo de las reservas de divisas extranjeras de Rusia por parte del G7 llevará a China a reconsiderar su propia estrategia de acumulación extranjera en dólares y euros. Podría incluso acelerar un esfuerzo por internacionalizar los mercados de renminbi en el camino, y los países podrían verse incentivados a pasar de SWIFT a Cips, un sistema transnacional de pagos de China, el cual es menos usado y cubre a cien naciones. Pero por ahora, China permanece firmemente instalada en la vasta infraestructura monetaria de Estados Unidos. Sus préstamos -compras de bonos del tesoro de Estado Unidos para financiar la iniciativa de la Franja y la Ruta- siguen siendo principalmente en dólares. Y a pesar de las charlas de Rusia y China sobre alinearse contra los poderes occidentales. Por el momento parece que China está bloqueando la financiación de ventas de petróleo de Rusia con el fin de evitar sanciones secundarias impuestas por Estados Unidos. Las externalidades en las redes son una fuerza poderosa en la economía.
Mientras Poszar argumenta que el Banco Popular de China “puede bailar su propia tonada”, China no puede escapar al hecho de que la economía mundial sigue bailando la tonada del dólar. Las reservas de divisas extranjeras de los gobiernos, el comercio global y la deuda internacional están denominadas desproporcionadamente en dólares. Las economías de los mercados emergentes orientadas a las exportaciones confían en que los consumidores de economías avanzadas compren lo que ellos hacen. Desde finales de 1990, la economía global se caracterizó por las economías orientadas a la exportación que vinculan sus divisas con el dólar. Las ganancias de las exportaciones eran vertidas en las reservas de divisas extranjeras denominadas en dólares y los fondos soberanos de riqueza de exportadores de manufacturas y mercancías. El acuerdo fue descrito provocativamente por Michael Dooley y Peter Garber como “Bretton Woods II”, un intercambio de deuda colateralizado en el que las reservas soberanas denominadas en dólares funcionaban como colateral para asegurar la inversión multinacional corporativa en naciones anteriormente comunistas como China.
La hipótesis de Bretton Woods II asumió que la jerarquía financiera global era estable. China acumuló más de tres trillones y medio de dólares en sus reservas de divisa extranjera. Parte de esto es dinero que pudo haberse gastado en mejorar el bienestar social de los ciudadanos chinos. Dos décadas después, la acumulación masiva en bienes denominados en dólares sigue manteniendo a flote al dólar. La pregunta es: ¿todavía están dispuestos los bancos centrales extranjeros a asumir un riesgo desproporcionado al comprar grandes sumas de deuda estadounidense o europea de bajo rendimiento cuando estos emisores de divisas fuertes han mostrado su capacidad de expropiar sus reservas extranjeras?
En un nuevo reporte, Dooley, Garber y David Folkerts-Landau afirman que los eventos presentes validan su tesis sobre Bretton Woods II. Para los autores, las sanciones no solamente son justificadas sino que son un resultado “natural” si los países fuesen a renegar el “contrato social global”. Los colaterales deben ser tomados si los actores actúan mal. Para ellos el “secuestro” de los bienes rusos establece un ejemplo para otras naciones de que Estados Unidos es capaz de ejercer su poder para usurpar bienes en dólares. Las confiscaciones, dicen ellos, solamente reforzarán el mensaje a las economías “geopolíticamente riesgosas” de que deben aumentar sus colaterales para participar en las cadenas globales de suministro.
Poszar advierte que China ya no va a estabilizar la supremacía del dólar de aquí en adelante, que por una variedad de razones -desde la escasez de recursos frente al cambio climático a la necesidad crítica de mercancías en la infraestructura verde- los países del este se vincularán a las mercancías. Él evita mencionar que, a diferencia de China, Estados Unidos es un gran productor de petróleo y gas. Irónicamente, la guerra ha sido muy buena para la industria estadounidense de combustibles fósiles. La liberación sin precedentes del petróleo estratégico de Estados Unidos para alivianar las disrupciones al suministro provocadas por la guerra se sumaron a penalidades contra compañías estadounidenses por no extraer más petróleo. La nueva fuerza conjunta anunciada por la administración Biden junto a la Comisión Europea (que busca lograr la llamada seguridad energética al eliminar la dependencia de la energía rusa) básicamente garantiza un mayor mercado europeo para el gas natural licuado (GNL) estadounidense al menos hasta 2030. Europa cambió completamente al establecer un compromiso con los proveedores estadounidenses de GNL, tras haber acabado con esos contratos por preocupaciones de gobernanza ambiental, social y corporativa (ESG). El aumento en exportaciones de GNL estadounidense a Europa es solo un indicador de cómo los Estados Unidos saldrán fortalecidos de la crisis actual.
Armamentizando el dinero mundial
Una perspectiva ingenua sobre Bretton Woods asume una visión benigna de la hegemonía del dólar, pero el dinero siempre ha sido geopolítica.
A mediados del siglo XX, la libra esterlina todavía financiaba casi la mitad del comercio mundial. El petróleo extraído de los campos iraníes por parte de las empresas británicas era vendido en libras esterlinas. En 1950, el gobierno británico ordenó a los miembros del área esterlina -su bloque colonial donde el mandato era que los gobiernos miembros depositaran sus ganancias en divisas fuertes en Londres– que redujeran sus compras de petróleo en dólares producido por las firmas británicas y que compraran petróleo en libras esterlinas. A pesar de haber abandonado la Mancomunidad de Naciones, Egipto fue coaccionado a participar del mismo acuerdo (tras dejar la unión colonial, cuando este pidió convertir su balance en esterlinas a dólares, el Reino Unido alcanzó un acuerdo, suspendiendo la conversión de esterlinas como había hecho antes con las reservas de divisas extranjeras de India). En 1951, cuando Mossadegh nacionalizó los bienes de la Compañía Petrolera Anglo Iraní, los británicos impusieron un bloqueo de sanciones sobre Irán. Para 1953, una operación conjunta entre la CIA y el MI6 había expulsado a Mossadegh del cargo. Cuando Gamal Nasser nacionalizó la Compañía del Canal de Suez (británico-francesa) en 1956, interrumpió el movimiento de petróleo en esterlinas a través del Mediterráneo, entonces Gran Bretaña, Francia e Israel ocuparon a Suez.
Desde 1950, casi la mitad de todas las sanciones globales han sido impuestas por Estados Unidos. A economías como la de Irán -sancionada por el presidente Jimmy Carter en 1979- se les ha impedido participar completamente de la economía global durante décadas. La globalización de los 90 trajo consigo un incremento en sanciones. Y las secuelas que dejó la crisis financiera de 2008 sumaron incluso otro incremento en general. El unilateralismo es una de las características definitivas del régimen de sanciones: han sido impuestas principalmente por Estados europeos a naciones africanas.
Las sanciones, impuestas por Estados poderosos sobre los menos poderosos, son las entrañas feas y coercitivas de la economía global. Y hay más precedentes de situaciones en las que los poderes occidentales expropian los bienes del banco central de otro país. Recientemente, en 2018, el Banco de Inglaterra incautó mil millones de dólares en oro venezolano y lo retuvo en sus bóvedas. Esto ocurrió a pesar de las leyes de inmunidad soberana en Estados Unidos y Reino Unido, que articulan claramente la excepción soberana, como por ejemplo, la inmunidad al embargo de bienes.
El retiro de Estados Unidos de Afganistán parece ser un caso de prueba para el uso de sanciones de la administración Biden como arma económica. El retiro de tropas de Biden en agosto de 2021 puso fin a los envíos de dólares en volumen -entregados en aviones con estibas- a Kabul (las economías con sistemas crediticios y bancarios débiles dependen del efectivo, y el dólar es efectivo). El retiro militar fue seguido por la guerra monetaria. Imponiendo sanciones financieras sobre el nuevo gobierno talibán, el Tesoro de Estados Unidos bloqueó el acceso del Banco De Afganistán, el banco central nacional, a sus reservas de divisa extranjera en la reserva federal en Nueva York. Afganistán depende de la subasta de dólares para establecer su política monetaria. Las sanciones impidieron el funcionamiento del BDA, catalizando una crisis bancaria. A medida que los dólares desaparecieron, la economía de Afganistán hizo implosión. En febrero de 2022, desplegando la Ley de Poderes Económicos internacionales de Emergencia, la administración Biden consolidó y congeló las reservas de divisas extranjeras de Afganistán en la reserva federal. Luego, ese mes, confrontados por la peor hambruna en el país, Estados Unidos relajó algunas de sus sanciones.
Los meses recientes han presenciado la extensión de esta guerra económica. El conjunto de sanciones de Estados Unidos contra Rusia incluyó el bloqueo de instituciones financieras rusas de la transmisión y desarrollo de pagos a través de infraestructuras financieras como SWIFT y la confiscación de los bienes en el extranjero de Putin y sus asociados. Estas acciones ocurrieron por el amparo legal de los poderes de emergencia, cuyo uso mejorado data de la Ley Patriota de Estados Unidos de 2001. La guerra económica también significó una serie de intervenciones diplomáticas. Esto incluyó enviar a los representantes estadounidenses a Venezuela a renegociar la reapertura de sus reservas petroleras a los mercados mundiales (lo que requiere remover sanciones estadounidenses sobre el país); embaucar a los miembros de OPEC para producir más petróleo para reducir los incrementos en los precios de la energía; una declaración del G7 en la que los Estados Unidos se unieron a Europa para poner un tope a los combustibles fósiles de ser necesario, y enviar al consejero delegado de seguridad nacional de Estados Unidos y arquitecto de las sanciones, Daleep Singh, a India para cuestionar al gobierno por comprar petróleo ruso barato (no se ha desatado tal ira contra los alemanes, que han seguido comprando energía rusa). Algunos de los pasos tomados por la administración de Biden fueron ejercer presión en las naciones productoras de petróleo para incrementar la producción mientras se le asegura a los ciudadanos del G7 que la independencia energética estaba vinculada definitivamente con la energía limpia al largo plazo, crear nueva legislación y regulaciones sobre criptomoneda y presionar para el paso hacia un dólar digital respaldado por el sistema de la reserva federal. Estos esfuerzos hercúleos para estabilizar el orden del petrodólar vino junto a un dilema político que el sistema de reserva federal enfrentó, en el que controlar la inflación con incrementos de la tasa de interés podría resultar en el detrimento de la economía mundial.
La escala y la perspectiva de las sanciones financieras rusas y su naturaleza táctica cambiante -que inicialmente se enfocó en los dos mayores bancos del país y eximieron las exportaciones energéticas rusas de las sanciones, pero luego evolucionaron hacia la expropiación de las reservas extranjeras del Banco de Rusia y un veto en importaciones de Estados Unidos al petróleo ruso- es un golpe a la economía impulsada por las rentas. Esta economía ha sido formada por el legado de la terapia de shock estadounidense que destruyó el rublo en 1998. Las sanciones resultaron en la remoción de los bonos de calificación de inversión rusos de los tres mayores índices de mercados de bonos. La partida de las corporaciones occidentales, incluyendo a la BP (British Petroleum), el mayor inversionista extranjero de Rusia, significó su caída libre económica.
Aunque los controles de capital y los aumentos de la tasa de interés impuestos por el banco central de Rusia han elevado al rublo de su colapso en los primeros días de la guerra de Ucrania, el congelamiento de la infraestructura financiera global de Rusia, la deuda externa de Rusia de alrededor de 194 mil millones de dólares es cada vez más ilíquida. Los pagos recientes de intereses por unos 117 millones en su deuda soberana denominada en dólares, procesados a través de los bancos estadounidenses correspondientes, fueron aprobadas por las autoridades estadounidenses, evitando un default soberano. Sin embargo, el 4 de abril, el Tesoro de Estados Unidos no permitió que 600 millones de dólares de pagos de cupones y pagos principales pendientes fueran procesados. El consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, anunció que Estados Unidos ya no permitiría que Rusia hiciera pagos a su deuda a través de bancos de Estados Unidos. La intención explícita de catalizar una crisis de deuda soberana en una nación no amistosa evoca ese momento decisivo en 1956 cuando Eisenhower amenazó al gobierno británico con hundir las securities en esterlinas si los británicos no se iban de Suez. Fue una de las instancias en las que las sanciones de Estados Unidos lograron su objetivo de política extranjera.
Bretton Woods III
Así, el orden de la economía emergente muestra un escalamiento del uso del dólar como arma. Los embargos de los activos del Banco Central de Rusia por parte del G7 no tienen precedente en su escala. Las reservas de divisas extranjeras de Rusia fuera del país sumaban unos 300 mil millones de dólares, duplicando en magnitud a las de Afganistán. Siendo el tercer máximo productor de petróleo, Rusia suma más de una décima parte de la producción global de gas y petróleo. Sus petrodólares -dólares ganados a través de la venta de exportaciones de petróleo- están depositados fuera del país en mercados monetarios globales (previo a las sanciones, 80 por ciento de las transacciones rusas en divisa extranjera eran llevadas a cabo en dólares). Los “turbocapitalistas” de Rusia tienen inversiones multimillonarias en las capitales financieras del mundo. No solo propiedades privadas en Knightsbridge o clubes de fútbol como Chelsea -cuya venta por parte del magnate ruso Roman Abramovich se ha complicado debido a las sanciones que le impuso el gobierno del Reino Unido- sino también fondos soberanos que se prestan en los mercados monetarios de Londres. De acuerdo con Poszar, Rusia ha prestado alrededor de 200 mil millones de dólares en el mercado global de swap de divisas extranjeras (Londres es el nodo dominante de este mercado global).
El embargo coordinado de los bienes rusos por parte del G7 señala cómo el orden económico occidental se ha unido en el escalón mayor de la jerarquía monetaria global. Esto viene al costo de un multilateralismo más amplio. La postura neutral adoptada por 35 economías de abstenerse de condenar a Rusia en la Asamblea General de la ONU es algo complejo -que señala alianzas conflictivas frente al endurecimiento de ciertos campos de batalla (sentimiento capturado vívidamente por Daleep Singh en su reciente viaje a India: “los amigos no establecen líneas rojas… Nos interesa que todos los países, especialmente nuestros aliados y socios, no creen mecanismos que eleven el rublo y que intenten minar el sistema financiero basado en el dólar”). Un tercio del mundo, principalmente en el sur global, vive bajo sanciones de Estados Unidos. La escasez en suministros de trigo y de otras mercancías debido a la guerra, aparte de las penurias relacionadas con la pandemia, están causando precariedad en estos países. En Sri Lanka y en Perú, tras los motines por el combustible y los alimentos, se ha declarado estado de emergencia.
La guerra legal económica es parte de este panorama recientemente instrumentalizado. Consideren el sistema global del dólar en sí mismo como una matriz financiera-militar respaldada por una estructura legal. Sus capitales más importantes son Nueva York y Londres. Los mayores flujos de cruces financieros entre fronteras ocurren entre Wall Street y la City of London. La Eurozona, con sus exigencias presupuestales, es una jurisdicción monetaria periférica en el sistema del dólar en el extranjero. Buena parte del dinero del mundo -de los securities de deuda internacional al oro- están almacenados en Nueva York y en Londres. Es una milla cuadrada que concentra los mercados de divisas extranjeras más grandes del mundo, y en formas clave de financiamiento en dólares como los derivativos, la ciudad de Londrés sobrepasa a Wall Street. Más del 90 por ciento de los contratos derivativos, como swaps de divisa financiera -una forma clave de financiamiento mundial- están basados en dólares. Nueva York y Londres también dominan la profesión legal global. La mitad de la resolución de disputas alrededor del mundo ocurre en las cortes de Inglaterra y Gales y un cuarto ocurre en el estado de Nueva York. La ley transnacional carga la insignia del unilateralismo estadounidense. El Segundo Circuito de Estados Unidos, que incluye a Nueva York (la jurisdicción involucrada en el embrollo de DAB), lidera la aplicación de fallos judiciales extraterritoriales. Mientras tanto, a Estados Unidos se le ponen los pelos de punta ante la aplicación de leyes extraterritoriales por parte de otros Estados soberanos sobre residentes en el país. El empleo de abogados durante las sanciones ha demostrado ser bastante lucrativo para Estados Unidos y el Reino Unido.
Hay un aparato de seguridad transnacional que está entretejido en este sistema legal angloestadounidense y las redes financieras de defensa y riqueza. Five Eyes, la red de distribución de inteligencia más poderosa del mundo, es un acuerdo de la angloesfera. Las guerras eternas fueron comandadas por Estados Unidos y el Reino Unido como poderes ocupantes conjuntos. La amplitud global de la red militar británica está en segundo lugar con respecto a la de Estados Unidos. Aukus, el pacto de defensa de 2021 entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia demuestra una “interoperabilidad” renovada entre aquellas fuerzas. Si bien no lo imita directamente, esta nueva cooperación está ocurriendo junto a varios incrementos en reservas de divisa extranjera en dólares australianos y canadienses. La coincidencia entre el “hard power” y el “soft power” -Five Eyes y Fedwire- representa la integración de la fuerza militar, legal y económica.
¿Cui bono?
Todos somos sujetos de este orden nuevo, si acaso nebuloso -puede ser llamado “Bretton Woods III”- marcado por un enraizamiento agudo del dólar y su militarización en la economía mundial. El intervencionismo estatal que resurge tras la pandemia ha sido seguido por una renovada agresión estatal. Mientras la codependencia entre China y Estados Unidos (descrita evocativamente como Chimerica) fue una característica de Bretton Woods II, Bretton Woods III es una cepa virulenta del sistema mundial del dólar. La invasión Rusa de Ucrania -que proviene del agrandamiento de la OTAN en Europa oriental- contrarrestada por un bloqueo económico occidental detalla su lógica en tiempo real. Mientras las sanciones angloestadounidenses contra Irán buscaban debilitar sus exportaciones petrolíferas, las sanciones estadounidenses contra Rusia eximieron a su sector energético. De haber excluido las exportaciones rusas de petróleo y gas (así como contratos de agricultura y derivados) de las sanciones -para estabilizar los precios de los combustibles fósiles y los mercados financieros en occidente- a un veto en las importaciones de la angloesfera a la energía rusa muestra lo impredecible de la forma y el desarrollo de la armamentización del dolar mundial.
La guerra legal entre Rusia y el G7 solo se ha intensificado. Las demandas por parte del gobierno ruso de que sus exportaciones de gas sean pagadas en rublos en vez de dólares fueron consideradas una ruptura contractual por parte del gobierno alemán. El bloque estadounidense de pagos rusos de bonos soberanos denominados en dos dólares (subrayado en la ley inglesa) ha llevado a la administración de Putin a buscar acción legal en sus propias cortes contra las medidas que previenen que Rusia pague su deuda y recupere las reservas confiscadas de su banco central.
Que la apreciación del dólar causará de nuevo incomodidad en las partes más pobres de la economía global ya es evidente. La estabilidad en el núcleo del sistema global del dólar, garantizada por cualquier medio necesario, será contrarrestada con una inestabilidad tremenda en la periferia. Las complejidades de emplear el dólar mundial como un arma en los enfrentamientos económicos escenifican los viejos dilemas de la gestión hegemónica de la divisa. Hay al menos dos caminos para el desarrollo de un régimen militarizado del dólar global. El camino predecible es que los regímenes del indopacífico y el medio oriente se van a alinear con el vértice del atlántico norte del orden del dólar mundial a través de la asistencia militar y monetaria (los países que reciben liquidez en dólares tienden a estar entrelazados en las redes globales de bancos estadounidenses y las redes militares).
Los proponentes de la estabilidad hegemónica benevolente, como Charles Kindleberger y Ronald McKinnon, mientras tanto, defendieron desarmar el orden del dólar a través del multilateralismo. Para McKinnon, esto significó que la reserva federal debía tomar su responsabilidad como el Banco Central del mundo con más seriedad (no es una tarea fácil: aplacar la inflación a través de alzas en la tasa de interés tiene consecuencias financieras perjudiciales para economías en desarrollo que llevan a cabo negocios y piden préstamos en dólares, lo que despierta preguntas respecto de la capacidad de una divisa soberana de ser suficiente como dinero mundial estable). El sistema de la reserva federal actual bajo Powell ha tomado un paso en esta dirección brindando un aprovisionamiento más amplio de liquidez a los soberanos. La red de líneas de swap puede ser mucho más expandida. Un complemento aún más democrático a las líneas de swap sería desplegar las tecnologías forenses y de vigilancia en manos de la Reserva Federal y el Tesoro para acabar con la evasión fiscal y los paraísos fiscales extranjeros. Un paso en esta dirección, el acuerdo global para un mínimo fiscal, aún está por ser implementado.
La declaración conjunta del 10 de marzo de los ministros de energía del G7 en respuesta a la invasión ucraniana defiende unas rutas más limpias hacia la independencia energética. Prometiendo “un flujo ininterrumpido de energía para las poblaciones más vulnerables”, la declaración, al inicio, puede leerse como un mensaje escrito por una organización verde progresista, pero al final entrelaza la energía limpia con el nacionalismo perjudicial de la “seguridad energética”. Las políticas perversas pueden partir del siguiente maridaje: Boris Johnson está cortejando el dinero saudí para financiar una planta de aviación sostenible en el Reino Unido, mientras convence a Arabia Saudita de incrementar la producción de petróleo.
Un orden mundial del dólar debilitado podría involucrar la provisión de un ingreso básico para las comunidades vulnerables a través de cuentas de la reserva federal, un reestructuramiento justo de las deudas para economías pobres cuyos futuros han sido frustrados por las costosas cargas de la deuda (los países con altas deudas denominadas en dólares están en alto riesgo de crisis bancaria), y la financiación pública para la infraestructura verde en el sur global. Sin embargo, la economía global parece ir en la dirección opuesta. Los gastos militares del mundo sobrepasaron los 2 billones de dólares en 2021, un gasto sin precedentes. Estados Unidos es responsable por 40 por ciento de esta cifra. Al mismo tiempo, la campaña global para vacunar a las naciones más pobres contra el virus se ha debilitado. La administración estadounidense tiene la capacidad de desmilitarizar la globalización. Pero esto requiere un cambio de estrategia para dejar atrás el “friendshoring” a través de alianzas militares y monetarias, hacia un nuevo y verdadero multilateralismo en asuntos monetarios internacionales. Ceder algunos de los privilegios exorbitantes del dólar podría liberar a Estados Unidos de algunas de las cargas producto de la hegemonía económica.
Este ensayo fue traducido del inglés para PW por Camilo Gonima Ruiz.
Archivado bajo